17 de marzo de 2003: el día en que Canadá le dijo «No» a Estados Unidos

Hace diez años Estados Unidos decidió invadir Irak con el pretexto de la presencia de armas de destrucción masiva. Con el propósito de dar legitimidad a esta acción militar, no autorizada por Naciones Unidas, Washington puso una gran presión sobre varios gobiernos aliados para conseguir su apoyo. El británico Tony Blair dijo sí. Pero el primer ministro de Canadá, el liberal Jean Chrétien dijo «No».

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Este 17 de marzo marca una fecha histórica en Canadá. Ese día, en el parlamento canadiense, el primer ministro, el liberal Jean Chrétien, dio a conocer la posición oficial de Canadá de no apoyar a Estados Unidos en la invasión de Irak.

Jean Chrétien, ex-primer ministro de Canadá
Jean Chrétien, ex-primer ministro de Canadá

«Quiero dejar en claro la posición del gobierno de Canadá. Durante las últimas semanas, el Consejo de Seguridad de la ONU no ha logrado ponerse de acuerdo sobre una nueva resolución autorizando la acción militar. Canadá trabajó intensamente para tratar de lograr un compromiso para resolver las diferencias en el Consejo de Seguridad. Desafortunadamente no tuvimos éxito. Si se lleva a cabo una acción militar sin la aprobación de una nueva resolución del Consejo de Seguridad, Canadá no participará». Jean Chrétien

Durante varios meses, antes del 19 de marzo de 2003, día en que Estados Unidos lanzó la invasión de Iraq, el gobierno estadounidense de George Bush hizo todo lo posible para convencer al mundo de que Irak poseía armas de destrucción masiva.

En una histórica presentación ante el Consejo de Seguridad de la ONU en febrero de 2003, el entonces secretario de Estado estadounidense, Colin Powell, explicó que Irak poseía armas biológicas de destrucción masiva.

Pese a la dramática presentación de Colin Powell, al final el Consejo de Seguridad de la ONU decidió no autorizar una campaña militar contra Irak.

En Estados Unidos Paul Wolfowitz, Dick Cheney y George Bush concibieron una guerra contra Irak sobre todo por razones ideológicas, políticas y económicas. No por razones de seguridad, ya que nunca se logró demostrar una relación directa entre el hombre fuerte en Bagdad, Saddam Hussein y Osama bin Laden, responsable por los atentados en Nueva York y Washington en septiembre de 2001. Tampoco se confirmó la existencia de armas de destrucción masiva en Irak.

Para gran parte de la opinión mundial, la razón de esa guerra era la ambición de Estados Unidos de apropiarse del petróleo iraquí.

La decisión tomada por el gobierno de Chrétien en ese momento fue aplaudida inclusive por el Bloque Quebequense, formación independentista en el Parlamento canadiense.

Stephen Harper, líder de la oposición en ese entonces, la Alianza Canadiense, estaba a favor de la guerra. Él manifestó en esas circunstancias: “apoyamos el esfuerzo de guerra y creo que deberíamos estar apoyando a nuestras tropas y nuestros aliados y estar allí con ellos, haciendo todo lo necesario para ganar.”

Fue Tony Blair quien hizo más presión sobre Canadá a participar en la invasión de Irak en 2003, no George W. Bush, rememoró el ex primer ministro de Canadá, el liberal Jean Chrétien, indicando que fue el primer ministro británico quien pidió a Canadá a unirse a una guerra para derrocar a Saddam Hussein del poder.

Entre las razones de Canadá para no participar en esa invasión se encontraban razones de ley internacional: ¿hasta qué punto era legal una guerra preventiva? como también un principio fundamental en las relaciones exteriores canadienses: el multilateralismo.

Soldado estadounidense caído en combate
Soldado estadounidense caído en combate © Patrick Smith

La decisión de Canadá de mantenerse al margen de la guerra de Irak provocó rumores de tensión entre Ottawa y Washington. Inclusive, algún empleado de la administración estadounidense llegaría a llamar al primer ministro canadiense de «dinosaurio».

La posición canadiense de no participar en la guerra tuvo como efecto reforzar la imagen de independencia de Ottawa frente a Washington en materia de Relaciones Exteriores.

A diez años de aquella histórica decisión del gobierno canadiense, la historia ha demostrado que Chrétien tuvo razón, al igual que la tuvieron los cientos de miles de canadiense que salieron a las calles en diversas ciudades del país en oposición a esa guerra que ha costado más de dos trillones dólares y ha causado la muerte de cerca de 4.800 soldados extranjeros, 16.600 soldados iraquíes y más de 122.000 muertos entre la población civil.

Categorías: Internacional, Política
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