En Quebec un poco más del 20% de los adultos son analfabetos. Otra parte de la población es analfabeta funcional. Para ellos, la lectura y la comprensión de un artículo en el periódico, la posología de un medicamento, una oferta de empleo o un manual de instrucción por ejemplo, es un ejercicio difícil.
Una de cada dos personas entre 16 y 65 años forma parte de esta categoría, lo que representa 2 millones y medio de habitantes. Una cifra que puede sorprender pero que es real. Solo el territorio de Nunavut y las provincias de Nueva Brunswick y Terranova y Labrador se clasifican por debajo.
Un dato sorprendente es que muchos de los analfabetas funcionales son jóvenes que frecuentaron la escuela. Estamos lejos del cliché la persona de edad que nunca fue a la escuela. Para todas las personas con estas lagunas, encontrarse un buen empleo, estimulante y bien pago es prácticamente imposible.
Otros de los problemas con el analfabetismo es que aparte de la dificultad en poderse integrar al mercado laboral, de la pobreza, la precariedad, los analfabetas tienen dificultad para informarse, comprender un programa político y en consecuencia, participar a la vida ciudadana, votar, comprender lo que le dicen los médicos, de ayudar a sus hijos en el aprendizaje, en otras palabras, de comprender una sociedad que evoluciona.
Ser analfabeta es mucho más que no saber leer y escribir. Seguro que es necesaria la prevención, pero nuestra mirada también debe cambiar, porque para un analfabeta lo que les es más difícil es el que dirán.
Tomado de un reportaje de Simon Bourgeois, ganador de la beca René Payot 2012.
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