El ministro canadiense de Justicia, Peter MacKay, junto a Ericka Clarke y Kurtis Gaucher, dos militantes en favor de las armas de fuego en Canadá.
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El ministro de Justicia de Canadá y la camiseta con el fusil

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Los signos visuales son potentes y concisos argumentos ideológicos. Basta pensar en el símbolo del dólar, en la estrella roja china o la calavera y los huesos, emblema de piratas y advertencia de riesgos mortales.

Recientemente, el ministro de Justicia de Canadá y Procurador Federal, Peter MacKay, posó en Edmonton en una fotografía llevando puesta una camiseta con un logo que combina una hoja de arce, símbolo de Canadá, y un fusil ametralladora, que hace referencia a la National Firearms Association, una organización canadiense que aboga por el acceso y el uso de armas de fuego por parte de la población civil.

El que el ministro de Justicia de Canadá aparezca llevando esa camiseta desató una serie de reacciones y comentarios. En Montreal, lugar donde ocurrió la Masacre del Politécnico en 1989, en la que un hombre, Marc Lépine, armado con un fusil, mató a 14 mujeres, el periódico Le Devoir publicó un artículo sobre ese gesto del ministro Peter MacKay.

Escrito por Fabien Deglise, el artículo, titulado “El idiota”, comienza explicando el caso de Mark David Chapman, el hombre que mató a John Lennon en 1980, en Nueva York. Chapman admitió recientemente que había sido muy estúpido. Hace casi 34 años, en la mano un revolver calibre 38 especial, Chapman disparó cinco veces contra Lennon, poniendo fin a la famosa voz de una generación.

Antes una Comisión estadounidense de libertad condicional, el hombre de 59 años, encerrado en una prisión federal a cadena perpetua, oscila entre el horror y lo absurdo. Él dice que lamenta haber causado tanto dolor y el haber sido tan estúpido al tomar un camino equivocado para encontrar la fama.

Hace más de una semana, y por octavo año consecutivo, Chapman solicitó una vez más su libertad condicional. Después de 20 años de prisión, él tiene derecho a hacerlo. Y por octava vez, esa solicitud fue rechazada.

En la historia de la humanidad, las armas de fuego y los arrepentimientos siempre han ido de la mano. Y por lo visto, señala el columnista de Le Devoir, Fabien Deglise, el ministro federal de Justicia, Peter MacKay, no ha pensado demasiado al aparecer en una foto la semana pasada, con una sonrisa tranquila, llevando puesta con orgullo una camiseta de la Asociación Canadiense de Armas de Fuego, la NFA, como dicen en Alberta.

La foto del Procurador General de Canadá llevando en el pecho un logo no muy sutil que combina la hoja de arce canadiense con un fusil semiautomático ha circulado por Internet, y ha sido comentada a veces con aprobación, a menudo con cinismo y condena. Esa camiseta hace parte de la campaña “sin compromiso” de la NFA, la Asociación Nacional de las Armas de Fuego en Canadá, que milita contra el cambio de categoría de dos tipos de armas letales, la carabina Swiss Arms y el fusil de asalto CZ 858, armas que Ottawa busca transferir a la categoría de armas prohibidas en Canadá. En la foto, Peter MacKay está rodeado por Ericka Clarke y Kurtis Gaucher, dos figuras activas en el movimiento en favor de las armas en Canadá.

El apoyo tácito de un miembro del gobierno del primer ministro Harper a un movimiento que busca asociar la noción de libertad con la del ciudadano armado no es sorprendente. Pero deja perplejo el que para construir un Canadá contemporáneo se tenga que incluir ideologías y movimientos sociales que sobredimensionan desvergonzadamente el crimen violento y la inseguridad con fines puramente políticos. Y lo hacen hasta con orgullo, para de este modo banalizar mejor la posesión de armas de fuego, que sirven necesariamente para protegerse. Y hacen esto con una sonrisa en la cara, aun cuando los hechos y las estadísticas desmienten claramente esas pretensiones.

En Canadá la delincuencia está disminuyendo de manera constante desde hace 20 años. Esto según el Departamento de Estadísticas de Canadá, una agencia federal que el gobierno de Harper debería temer menos y escuchar más. La tasa de delitos violentos registró sus niveles más bajos el año pasado, al igual que los homicidios, que disminuyen constantemente desde 1987. En las provincias de Quebec y Ontario, las más populosas del país, las tasas de crimen están muy por debajo de la media nacional, dice Estadísticas Canadá.

No se puede decir lo mismo de países donde la posesión, circulación y uso de armas de fuego es más permisivo. Los acontecimientos recientes en Estados Unidos, por nombrar a uno de estos países, lo demuestran.

Este año, en Texas los maestros de escuela primaria volvieron a las aulas con una pistola en el cinturón. Oficialmente para proteger a los estudiantes en caso de ataque de un pistolero loco. Pero los tiroteos se multiplican como metástasis en un cuerpo enfermo en el país vecino. Desde la masacre impactante en la Escuela Primaria Sandy Hook, en Connecticut, en la que murieron 28 personas, incluyendo 20 niños en 2012, otros 74 tiroteos fueron perpetrados en las escuelas estadounidenses.

En ese universo donde poseer un arma es un derecho constitucional, los estadounidenses tienen 20 veces más posibilidades de morir baleados que en otros países industrializados. Y todas las reformas para regular más estrictamente la adquisición y tenencia de armas de fuego han tenido como resultado el fracaso. Esto demuestra que en materia de defensa personal y armas de fuego, todas las puertas abiertas, así como las que el gobierno federal podría tener la tentación de abrir en Canadá, son imposibles de cerrar después.

Fabien Deglise concluye su artículo en Le Devoir indicando que sería idiota aplicar en Canadá las recetas estadounidenses de permitir un mayor acceso a las armas de fuego, lo que es un fracaso como forma de edificar una sociedad no violenta.

Categorías: Internacional, Política, Sociedad
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