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Instituto Norte-Sur: otra ventana al mundo se cierra en Canadá

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Esta semana, el periódico canadiense The Toronto Star publicó un artículo de opinión, escrito por la columnista Carol Goar, en torno al cierre del Instituto Norte-Sur. Ella sostiene que a medida que el Gobierno federal canadiense va cortando el financiamiento, muchas respetadas organizaciones humanitarias canadienses y entidades de análisis y reflexión están desapareciendo en silencio.

Ya nadie llora la muerte de organizaciones humanitarias en Canadá, escribe la columnista Carol Goar. Se agotó el apetito por los elogios y la fuente de simpatía se ha secado.

Son tantos los grupos dedicados a la reducción de la pobreza, a buscar un mundo más justo y promover un debate mejor informado que han cerrado sus puertas en los últimos ocho años, que la desaparición de otro organismo más apenas se nota.

La semana pasada, el Instituto Norte-Sur, uno de los más antiguos grupos de reflexión sobre la política exterior canadiense cerró sus puertas, dice la columnista Carol Goar, del Toronto Star.

La junta directiva agradeció a los fundadores, a los donantes y el personal por su contribución a lo largo de 38 años de investigación no partidista que buscaba fortalecer el papel de Canadá en el mundo. Luego, silenciosamente, apagó las luces y cerró la puerta por última vez.

Bruce Moore, voluntario en este organismo y antiguo experto en minas de las Naciones Unidas, declaró que el Instituto no había tenido éxito en la «diversificación y el crecimiento de sus fuentes de financiación.»

En otras palabras, Ottawa le cortó las piernas. La subvención federal que había mantenido en vida al Instituto Norte-Sur durante casi cuatro décadas fue eliminada.

Lo mismo le ocurrió al Centro Pearson de Mantenimiento de la Paz año pasado. Perdió el financiamiento del gobierno y tuvo que cerrar sus puertas el pasado octubre.

Un año antes, otra prestigiosa institución, Derechos y Democracia también murió. Esta era una entidad federal, independiente del gobierno, establecida por el ex primer ministro Brian Mulroney en 1988 para fomentar la democracia y vigilar los derechos humanos en todo el mundo.

En 2010, el gobierno le cortó el dinero a Match International, una organización que apoya los derechos de las mujeres en los países en vías de desarrollo. Gracias a una campaña de recaudación de fondos y socios en unos 71 países, este organismo logró su supervivencia.

El Consejo Canadiense de Cooperación Internacional (CCIC), una coalición de 100 organizaciones de ayuda internacional que luchan contra la pobreza global, tampoco salió indemne. Cuando su subvención fue reducida, tuvo que despedir a la mayoría de su personal. La organización todavía existe, pero ha perdido su voz.

Ottawa también le quitó el financiamiento a un par de organizaciones religiosas de desarrollo internacional: Kairos, que representa a 11 denominaciones, y la Organización Católica Canadiense para el Desarrollo y la Paz, pero sus miembros lograron mantener estas instituciones a flote.

Las organizaciones de beneficencia internacional a las que apoya el Departamento de Relaciones Exteriores de Canadá, como la Cruz Roja, Care Canada, Plan Canada y World Vision Canada, entregan ayuda de emergencia de manera eficiente, se dedican solamente a la atención básica de salud y educación y no cuestionan las prioridades del gobierno.

Los grupos de reflexión favorecidos por el gobierno son las grandes instituciones estadounidenses, muy bien financiadas, como la Fundación Bill y Melinda Gates y la Institución Brookings.

Hasta cierto punto, esto refleja los cambios globales. Países que eran pobres se han convertido en potencias económicas. África, antes conocido como el «continente sin futuro», se está convirtiendo en un imán para los inversores.

Pero esta situación es también un reflejo de la ideología del Primer Ministro Stephen Harper. Él rechaza la idea de que Canadá pueda ser un país que, mediante la diplomacia, la ayuda externa y el mantenimiento de la paz, ayude a hacer el mundo más seguro.

Harper cree en el fortalecimiento de la imagen internacional de Canadá mediante la fuerza militar, mediante una retórica agresiva, mediante acuerdos comerciales y de inversión, y con prioridades de política exterior que lleven su sello, como su iniciativa de salud materna e infantil 2010, que niega a la mujer el derecho al aborto.

Según la columnista Carol Goar, del Toronto Star, organismos de la sociedad civil como el Instituto Norte-Sur son más necesarios que nunca para hacer lo que Ottawa no puede, o no quiere hacer, como crear un foro no partidista donde los canadienses puedan discutir problemas globales y examinar los desafíos del siglo 21: el terrorismo, la persecución étnica, los estados fallidos, guerras santas y los flujos masivos de refugiados.

Estos problemas no pueden ser resueltos con el uso de ejércitos y los bombardeos. Tampoco se prestan a la diplomacia tradicional. Se necesitan los mejores cuadros del país para desarrollar herramientas del siglo 21 y ayudar a los países que lo necesiten.

Estas instituciones son necesarias para complementar la escasa información que los parlamentarios y el público canadiense reciben de parte del gabinete federal.

También se las necesita para reclutar el talento y la experiencia de canadienses que han vivido en el extranjero y el conocimiento de los inmigrantes con familiares y amigos en diversas partes del mundo.

Son los organismos de la sociedad civil los que deben ayudar a los partidos de oposición a desarrollar sus políticas exteriores y conservar los canales abiertos con los socios internacionales que no comparten la línea dura pro-Israel del gobierno de Harper, o su preferencia por el uso de la fuerza militar.

La tragedia de perder una venerable institución dedicada a la política exterior no es sólo que se cierra otra ventana canadiense al mundo, sino que muy pocos nuevos organismos de la sociedad civil se están abriendo, y también son tan pocos los canadienses que apoyan a los que quedan, dice finalmente la columnista Carol Goar, del Toronto Star.

Categorías: Internacional, Política
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