"En territorio canadiense deben primar las leyes canadienses y no las ambiciones chinas"
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¿Qué gana Canadá con el acuerdo firmado con China para la promoción y protección de las inversiones extranjeras?

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El documentalista independiente Patrick Brown fue corresponsal de la radio pública canadiense, CBC, en Asia por varios años. Él trabajó en Bangkok, Delhi y, más recientemente, Beijing.

En un artículo de análisis, titulado “¿Qué gana Canadá con el acuerdo firmado con China de Promoción y Protección de las Inversiones Extranjeras?” Brown sostiene que el Gobierno canadiense no le da la importancia debida a las objeciones al acuerdo de inversión firmado con China.

En su artículo, Brown destaca que el secretismo que envuelve el tan retrasado Acuerdo de Promoción y Protección de la Inversión Extranjera (FIPA) con China hace que sea difícil para los expertos, y aún más para los canadienses promedio, entender qué beneficios obtendrá Canadá con ese acuerdo.

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El Acuerdo de Promoción y Protección de Inversiones Extranjeras (FIPA) entre China y Canadá entra en vigor el 1 de octubre. © Archivos

Al informar sobre el primer ministro Stephen Harper, por primera vez, durante su visita a China a principios de 2012, Brown cuenta que escribió una columna con el título “Grande, glorioso y siempre correcto”, que comenzaba diciendo: «Si alguna vez Stephen Harper se cansa de ser el primer ministro de Canadá, quizá le gustaría considerar una segunda carrera en China, donde él encajaría con cabalidad».

“Acostumbrado a un grado de toma y daca con los anteriores primeros ministros, me impresionó la similitud de Harper con un alto funcionario chino, rodeado por un séquito servil, y por la transformación de los periodistas parlamentarios en un colectivo de taquígrafos”, dice Brown.

La llamada disponibilidad para la prensa consiste en seis periodistas planteando sus preguntas ya preparadas, cada uno recibiendo una respuesta ya preparada, que fue redactada cuidadosamente para dar la menor información posible, pintar un cuadro color rosa, y reclamar tanto éxito como sea posible, escribió Brown en ese momento.

«Cuando los funcionarios chinos hablan de sus propias políticas sabias y clarividentes, ellos describen al Partido Comunista de China como grande, glorioso, y siempre correcto. Es una frase que Harper podría muy bien prestarse de los chinos», dice Brown.

El analista canadiense cuenta que después de haber pasado en total menos de una semana en China, incluyendo su primera visita en 2009, Harper afirmó haber desarrollado nuevas formas de tratar con sus homólogos chinos, cosa que no habían logrado sus débiles y tontos predecesores. Harper también afirmó haber negociado un Acuerdo de Promoción y Protección de las Inversiones Extranjeras, FIPA, que esos mismos predecesores habían tratado infructuosamente de negociar durante dos décadas. Y afirmó finalmente haber conseguido un par de osos panda, algo que siempre les fue negado a los anteriores primeros ministros canadienses que querían un par de pandas.

Los pandas llegaron a Toronto, donde están desde entonces felices comiendo delicados tallos de bambú y deleitando a los visitantes del zoológico. Pero el acuerdo de Inversiones Extranjeras, conocido como FIPA, desapareció rápidamente de la vista del público canadiense.

El gobierno canadiense reveló el texto del acuerdo de FIPA y lo firmó en Vladivostok, Rusia, no mucho después del viaje a Beijing, y luego dio un informe al Comité parlamentario sobre comercio que duró apenas una hora en octubre de 2012. Desde entonces el silencio sobre el FIPA fue absoluto.

Todo esto hasta que una tarde de viernes, a la hora favorita por los maestros de la manipulación que hacen anuncios sigilosos con la esperanza de que, llegado el lunes, nadie se acuerde de nada, un comunicado de prensa del gobierno canadiense reveló que el acuerdo con China, que misteriosamente no fue ratificado por casi dos años, había sido aprobado por el gabinete de Harper y que entrará en vigor el 1 de octubre.

Los críticos del acuerdo, como Gus Van Harten, profesor de derecho en Ontario, destacan varios puntos críticos.

Entre ellos está el hecho que, de acuerdo al tratado firmado por Harper, los gobiernos canadienses estarán atados de pies y manos por toda una generación. Si Canadá considera que el acuerdo no es satisfactorio, no podrá cancelarlo por completo durante 31 años.

China se beneficia mucho más que Canadá, debido a una cláusula que permite que las restricciones existentes en cada país permanezcan vigentes. Las empresas chinas pueden beneficiarse de las reglas ecuánimes en Canadá, mientras que en China se mantienen las normas y prácticas salvajemente arbitrarias impuestas a las empresas canadienses en China.

Las compañías chinas podrán recurrir a las Cortes en caso de que las leyes aprobadas por cualquier nivel de gobierno en Canadá amenacen sus beneficios.

Australia decidió no firmar ningún acuerdo FIPA específicamente porque permiten a las grandes y poderosas corporaciones desafiar las leyes del país en materia social, medioambiental y económica.

Las empresas chinas que invierten masivamente en el sector de la energía en Canadá podrán demandar miles de millones de dólares como indemnización si sus proyectos se ven obstaculizados por leyes provinciales, o por las preocupaciones ambientales o por los derechos de las Primeras Naciones.

Los casos serán decididos por un panel de árbitros profesionales, y podrán ser mantenidos en secreto a discreción de la parte demandada.

Esta extraordinaria disposición refleja una aversión a la transparencia y el debate público, aversión compartida por el gabinete del primer ministro Stephen Harper y el Politburó chino.

Las diferencias entre el FIPA y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte pueden ofrecer lagunas intrigantes para los abogados estadounidenses que pueden abogar por un tratamiento igual en virtud del principio de la nación más favorecida.

Defensores de este tratado, como Matthew Kronby, un abogado especializado en comercio internacional y la inversión que trabajó para gobierno federal durante 15 años antes de dedicarse a práctica privada, desestiman estos temores como exagerados.

Cuando los detalles del tratado fueron difundidos en 2012, Kronby escribió en The Globe and Mail que la evidencia de los acuerdos que China y Canadá tienen cada uno con otros países apoya la opinión del gobierno de que el FIPA es un acuerdo que tiene mérito y que ofrece protección a los inversionistas canadienses en China, y a los inversionistas chinos en Canadá.

La mayoría de los canadienses no tiene la educación jurídica necesaria para juzgar quién tiene razón en los puntos más finos de un documento complejo, pero la población tiene razón en dudar de la buena fe de un gobierno canadiense que ha hecho todo lo posible para evitar un debate informado tanto en el Parlamento como entre los ciudadanos.

Si el acuerdo es realmente un paso importante para la relación de Canadá con China, es difícil entender por qué se lo ha mantenido en secreto, por qué no fue ratificado por casi dos años, y por qué no ha habido ningún intento de responder a las preguntas con otra cosa que no sean palabras ligeras de que es un buen acuerdo, dice el analista canadiense Patrick Brown.

Categorías: Economía, Internacional, Política
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