Cascos azules de la ONU desplegados en la República Democrática de Congo.

Cascos azules de la ONU desplegados en la República Democrática de Congo.
Photo Credit: UN Photo/Sylvain Liechti

“Canadá necesita un nuevo centro de formación para el mantenimiento de la paz “

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Hace unos 25 años atrás, señala el periódico The Globe and Mail, más de un tercio de los soldados del ejército de Canadá llevaba puestos los cascos azules de la ONU, o boinas azules, si la misión era menos peligrosa. Canadá tenía miles de soldados como parte de las fuerzas de paz desplegadas en los Balcanes, Somalia, en las alturas de Golán y en Chipre, así como en otras misiones más pequeñas.

Las tareas de mantenimiento de la paz bajo la bandera de las Naciones Unidas se habían convertido en un elemento profundamente arraigado en la identidad canadiense de la posguerra. El ex primer ministro Lester Pearson, considerado por muchos como el padre de las misiones modernas de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, ganó el Premio Nobel de la Paz en 1957 por la organización de las Fuerzas de Emergencia de las Naciones Unidas después de la crisis del Canal de Suez.

Ahora todo eso no es más que un recuerdo, tras el paulatino retiro de Canadá de ese tipo de misiones, que empezaron bajo gobiernos liberales y se acentuaron en los casi diez años que los conservadores estuvieron en el poder en Ottawa.

En un editorial de esta semana, el periódico de mayor tiraje en el país, el Toronto Star, señala que si Canadá quiere jugar un papel más importante en las tareas de mantenimiento de la paz de la ONU, Ottawa debe considerar abrir de nuevo una institución como lo que fue el Centro Pearson de Mantenimiento de la Paz, donde fueron entrenados unos 18.000 civiles, militares y policías. Ese centro fue cerrado por el gobierno conservador hace tres años. El primer ministro de entonces, Stephen Harper, nunca escondió su desdén y hostilidad hacia Naciones Unidas.

El editorial del Toronto Star señala que el mantenimiento de la paz hoy en la volátil República Centroafricana, en Congo, Darfur y en otros lugares es una tarea mucho más peligrosa. Las tropas de la ONU tienen que hacer frente a los ejércitos rebeldes, gobiernos quebrados, milicias violentas, hostilidades sectarias y cosas peores.

Esta situación tiene implicaciones para la loable ambición del primer ministro Justin Trudeau de incrementar el papel de Canadá en Naciones Unidas, incluyendo el apoyo a las «operaciones de paz» que van desde la prevención de conflictos al mantenimiento de la paz y la reconstrucción civil.

Un casco azul de la ONU en Sudán del Sur
Un casco azul de la ONU en Sudán del Sur © AFP/TIM MCKULKA

Como parte de ese plan, Ottawa debería considerar seriamente abrir de nuevo una institución como lo fue el difunto Centro Pearson de Mantenimiento de la Paz, fundado en 1994 y donde se formaron unos 18.000 civiles, militares y policías provenientes de varios países.

El cierre de ese centro hace tres años refleja la falta de interés de los conservadores en el mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas.

Para obtener un papel importante, los soldados canadienses necesitarán una formación especializada, mayor a la que han recibido en los último años. En 1993 Canadá constituía la principal fuerza de paz de la ONU, con 3.300 soldados y policías desplegados. A principios de 2016, Canadá contribuía con apenas 113 personas. Actualmente, la ONU tiene unos 125.000 efectivos desplegados. Inevitablemente, dice el Toronto Star, los conocimientos de Canadá en mantenimiento de la paz están oxidados.

Como resultado, la actual revisión de las políticas de defensa por parte de Ottawa tendrá también que centrarse en actualizar por un lado los cursos de mantenimiento de la paz, así como el entrenamiento en el Real Colegio Militar y otros centros de defensa del país.

Los comandantes canadiense tienen que volver a aprender a ser » militares diplomáticos,» capaces en la gestión de conflictos, la construcción de puentes entre las partes en disputa y el brindar socorro.

También hay una urgente necesidad de entrenar a los civiles canadienses para que puedan eventualmente servir con las agencias humanitarias de la ONU, en calidad de observadores electorales o como consejeros en la construcción de paz. A medida que Ottawa busca un mayor papel en estas misiones, ningún canadiense debe ser enviado a situaciones de peligro sin haber recibido previamente el entrenamiento necesario.

Sin embargo, Canadá es uno de los pocos países democráticos e industrializados que carece de un centro de formación civil para operaciones en el terreno, dice Paul LaRose-Edwards, director ejecutivo de CANADEM, que es el Grupo Civil de Respuesta Internacional, un organismo no gubernamental canadiense.

El nuevo gobierno liberal de Justin Trudeau puede adoptar un modelo propuesto por la sociedad civil o puede atender las necesidades de formación de alguna otra manera. En cualquier caso, la resurrección de un centro como lo que fue el Centro Pearson de Mantenimiento de la Paz, tiene sentido. Se trata de una idea que ya era importante en 1994 y que continúa siéndolo, dice finalmente el editorial del periódico de mayor tiraje en Canadá, el Toronto Star.

Categorías: Internacional, Política
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