El Senado de Brasil destituyó este 31 de agosto a la presidenta de Brasil Dilma Rousseff, tras el proceso de juicio político, impulsado por el presunto manejo irregular de cuentas públicas.
Durante la jornada, los integrantes de la cámara alta pronunciaron sus últimos alegatos, tras la defensa de más de 14 horas que la mandataria hizo de su gestión y de la integridad de su administración.
La votación estaba prevista, en principio, para horas de la tarde.
Los discursos apasionados de contrincantes, que se pronunciaron por destituir a la mandataria, y de partidarios, que llamaron a devolverle sus poderes plenos, no lograron modificar el panorama en la Cámara, dominado por la oposición.
La mayoría de los legisladores acusaron a Rousseff de haber sumido al país en una de sus peores crisis económicas y de ocasionar la recesión.
Por su parte, los partidarios y aliados de la presidenta rechazaron las imputaciones y dijeron que acudirán en apelación ante la Corte Suprema.
Los legisladores partidarios de la destitución lograron que la mayoría de los 81 votos de los integrantes de la Cámara Alta se pronuncien en ese sentido.
Rousseff, una exguerrillera que fue torturada y estuvo detenida durante la dictadura en Brasil, llegó al poder como delfín del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores.
La ahora expresidenta no fue acusada de fraude al erario público, sino haber manipulado las cifras para “disfrazar” el déficit en las cuentas de Brasil.
La exmandataria sostuvo que no violentó ninguna norma o práctica y que aplicó los mismos mecanismos de contabilidad pública que usaron sus antecesores en el cargo.
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