Semanas atrás, una iniciativa para declarar a Ottawa, la capital canadiense, como “ciudad santuario” fracasó, ante la oposición del alcalde local.
Se trata de una figura que tiene como objetivo asegurar que las personas con una situación migratoria precaria reciban los servicios que la ciudad brinda a todos sus habitantes, sin temor a padecer una represalia o, incluso, discriminación.
En Canadá, los municipios tienen menos poder que en Estados Unidos, donde surgió la idea, sin embargo varias ciudades, entre las que figuran Toronto, Vancouver y recientemente Montreal, ya la han adoptado.
Quienes apoyan la política sostienen que la misma es necesaria, debido al creciente número de personas que se encuentra en el país sin permiso vigente.
En los últimos tiempos, y a pesar de la tradición inmigratoria canadiense, en algunos casos parece haberse dificultado o ralentizado el trámite para la obtención de la residencia permanente y las visas laborales son cada vez más difíciles de renovar.
Muchas personas, cuyos permisos de estadía han vencido antes de lograr su renovación, se encuentran en un limbo legal que las hace sujeto fácil de abusos laborales, discriminación y aislamiento social.
Es el caso de muchos estudiantes y de trabajadores temporales.
Las ciudades refugio pueden ser un paliativo para esa situación, aun cuando la solución real pase por la regularización de los “sin papeles”.
David Moffette, profesor adjunto del Departamento de Criminología de la Universidad de Ottawa, habla sobre el tema, en entrevista con Luis Laborda.
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