El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, junto al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante su visita a la Casa Blanca en febrero de 2017.

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, junto al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante su visita a la Casa Blanca en febrero de 2017.
Photo Credit: SAUL LOEB, AFP

Trump actúa como un déspota y Francia tiene su Justin Trudeau

Una revista este viernes a los editoriales de la prensa canadiense muestra que los tejemanejes en el seno del gobierno estadounidense son motivo de preocupación en Canadá.

El editorial del periódico canadiense The Globe and Mail destaca que al echar abruptamente del cargo al director del FBI, en momentos en que esa agencia está llevando a cabo una investigación sobre una posible colusión criminal entre su campaña electoral y agentes rusos, Donald Trump se ha embarcado en un camino probablemente sin retorno.

Este acto es imperdonable, dice el Globe and Mail. Es un acto propio de los déspotas. Y como era de esperarse, las justificaciones de Trump para echar a Comey hacen aguas por todos lados.

Trump ha violado muchas de las normas que regulan el funcionamiento de la oficina del presidente de Estados Unidos. Para algunas personas ese despido puede ser visto como un último insulto.

Sin embargo, dice el Globe and Mail, esta decisión de Trump de echar de la dirección del FBI a James Comey es mucho más siniestra que cualquier otra cosa que ha hecho hasta la fecha, y da razones suficientes como para cuestionar su aptitud para ocupar el cargo.

Si el actual presidente de Estados Unidos acaba siendo obligado a renunciar antes del fin de su mandato, los acontecimientos de esta semana podrían muy bien ser recordados como el comienzo del fin de la presidencia de Donald Trump.

Emmanuel Macron y Marine Le Pen, dos visiones de Francia radicalmente opuestas.
Emmanuel Macron y Marine Le Pen, dos visiones de Francia radicalmente opuestas. © Radio-Canada

Otro tema que fue tratado por la prensa canadiense, esta vez en francés, fue la elección en Francia de un nuevo presidente, Emmanuel Macron, que derrotó bonitamente a Marine Le Pen y sus feroces políticas anti europeas y anti inmigrantes.

Un editorial del periódico en francés Le Devoir anota que los franceses han optado por una esperanza real, pero relativa en las urnas el pasado 7 de mayo, al elegir a Macron.

Esa elección devolvió la confianza a Francia, y por extensión, a una parte del planeta al ratificar sus valores republicanos y ciudadanos. También hubo lucidez, ya todos aquellos que por diferentes razones votaron por Emmanuel Macron a la presidencia no se hacen ilusiones sobre los próximos pasos.

El nuevo presidente francés tiene la tarea de reparar la fractura entre las dos Francias y buscar reconciliarlas.

Sus posiciones a medias aguas exponen a Macron a las dramáticas pugnas propias al ejercicio socialdemócrata del poder, bautizado «ni de izquierda ni de derecha», resultado de la pugna entre el Estado providencia y las potentes fuerzas de la economía de mercado. Mientras tanto, en las calles de Francia, ya se forma la resistencia contra una propuesta de ley de “flexibilización laboral», propuesta por Macron.

Por ahora, Francia tiene en Emmanuel Macron su Justin Trudeau, como si sus 39 años pudieran garantizar una exitosa transformación de la sociedad francesa. Pero el «viejo sistema» no murió con la elección de Macron. Éste se ha reconfigurado en favor de un bloqueo de la dinámica izquierda-derecha y en una posición defensiva contra el inédito crecimiento electoral del Frente Nacional de Marine Le Pen.

«El estado de gracia durará dos minutos», dijo una figura cercana a Macron el sitio web de noticias Mediapart.

En efecto, su victoria con un 66% de los votos, aunque parezca espectacular, se apoya en arenas electorales inestables. Esta elección vio un número récord de abstenciones y votos en blanco, sin contar que más de un tercio de los ciudadanos que votaron por Macron lo hicieron principalmente en rechazo a Marine Le Pen.

Fue una victoria tranquilizadora, sin duda, pero cuyos cimientos son frágiles.

Según el filósofo francés Raymond Aron. «Votar no es elegir entre el bien y el mal, sino entre lo que es preferible y lo que es detestable». Algo así ocurrió en Francia esta semana, dice el editorial del periódico canadiense en francés Le Devoir.

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