El primer ministro de la provincia de Quebec, Philippe Couillard.

El primer ministro de la provincia de Quebec, Philippe Couillard.
Photo Credit: PC / Graham Hughes

“Una vergonzosa concesión a los nativistas en Quebec”

La prohibición del niqab en Quebec ha causado revuelo en la vecina provincia de Ontario. El gobierno provincial de la primera ministra Kathleen Wynne condenó esa Ley 62, llamada de “neutralidad religiosa”.

El niqab es un velo que por razones religiosas esconde el rostro de algunas mujeres musulmanas, a excepción de los ojos.

El periódico de mayor tiraje, el Toronto Star, señala en un editorial que fue hace menos de un año que el primer ministro de la provincia de Quebec, Philippe Couillard, respondió al asesinato de seis hombres en una mezquita de la ciudad de Quebec con un raro y bienvenido discurso de introspección.

En una vigorosa alocución, Couillard reconoció el papel de los políticos de la provincia en la creación de una atmósfera de sospecha y hostilidad hacia los musulmanes.

El político quebequense reconoció que una década de debate tóxico en la provincia sobre los acomodamientos religiosos había tenido consecuencias negativas.

También dijo que Quebec, como todas las sociedades, debe hacer frente a sus demonios, y «esos demonios son la xenofobia, el racismo y la exclusión».

El Primer Ministro de Quebec dijo esas palabras teniendo al lado a su principal rival político, el líder del Partido Quebequense, Jean-François Lisée, quien también asumió su parte de responsabilidad por el creciente sentimiento anti-musulmán en esta provincia.

Qué diferencia hacen unos pocos meses, dice el Toronto Star. Esta semana el gobierno liberal de Couillard aprobó una ley que prohibirá el uso del niqab, y la principal crítica de la oposición oficial de Lisée es que esa ley no va lo suficientemente lejos.

Esa ley 62 busca garantizar que los empleados públicos que brindan servicios, y así como los ciudadanos que los reciben, lo hagan «con la cara descubierta». Esta ley da lugar a acomodamientos religiosos, pero también da a los empleadores una enorme latitud para rechazar tales acomodamientos. Por su lado, el Partido Quebequense quiere todavía menos espacios para tales acomodamientos.

En un gesto de extraordinaria hipocresía, Couillard instó a que se aprobara rápidamente una versión anterior del proyecto de ley solo una semana después del tiroteo en la ciudad de Quebec.

Esa legislación ha empeorado desde entonces. Originalmente destinada solo a cubrir los servicios públicos provinciales, desde entonces ha sido extendida a los servicios municipales, como el transporte público.

Una mujer llevando puesto un niqab
Una mujer llevando puesto un niqab © AFP / Fred Dufour

Ya se puede imaginar la pesadilla que será su aplicación. ¿Se les pedirá a los conductores de autobuses que nieguen el acceso a las mujeres niqabi o que les exijan que se quiten el velo?

No está claro cuál es el problema existente que esta ley quiere resolver. Hay aproximadamente unas 90 mujeres que usan el niqab en toda la provincia de Quebec.

La «neutralidad religiosa» de los servidores públicos, que esta ley supuestamente protegería, ya está garantizada por la Carta de Derechos y Libertades. Y vale la pena señalar que el principio de neutralidad parece no aplicarse al crucifijo que cuelga en la legislatura provincial.

Dada la redundancia de esta ley, y tomando en cuenta que su redacción parece estar dirigida específicamente a las mujeres musulmanas, es difícil verla como algo que no es más que una cínica concesión a los votantes nativistas en esta provincia.

Sin duda que esta ley será impugnada en las Cortes. Pero ya sea que sobreviva o no, habrá causado un gran daño, tal como el primer ministro Couillard parecía entender alguna vez cuando dijo que «las palabras pueden ser cuchillos que hacen tajos en la conciencia de la gente», enunciadas tras el tiroteo que dejó seis musulmanes muertos en la ciudad de Quebec. «Necesitamos actuar juntos para mostrar la dirección hacia la que queremos que evolucione nuestra sociedad».

El Primer Ministro y sus rivales políticos saben cuán peligroso es el juego al que están jugando. Qué profundamente decepcionante es ver que ellos insistan en seguir jugando, y todo por unos cuantos votos más, dice el editorial del periódico canadiense Toronto Star.

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Categorías: Inmigración y Refugiados, Política, Sociedad
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