Los Zimbabuenses enfrentan otro día de incertidumbre, al tiempo que continúan los intentos para resolver la confusión y el posible final del poder del presidente Robert Mugabe, tras décadas al comando de la nación africana.
Algunas voces se alzaron en las últimas horas para pedir al mandatario que dé un paso al costado, para abrir camino a la posibilidad de llevar a cabo elecciones, que instauren un nuevo jefe de Estado a la cabeza del gobierno.
Mugabe se encuentra en detención domiciliaria desde el miércoles, aparentemente en compañía de su esposa, quien hasta los últimos hechos aparecía como segura sucesora de su marido y futura presidenta de Zimbabue.
El ejército mantiene su presencia en las calles de Harare, la capital. Funcionarios de la región sudafricana se hallaban reunidos para tratar la crisis en la vecina Botsuana. Algunos de esos oficiales se trasladaron a Harare para intentar mantener conversaciones con el ejército y con Mugabe.
Una declaración conjunta de más de 100 grupos de la sociedad civil urgió al mandatario, el más antiguo jefe de Estado en el mundo, a que deje el poder pacíficamente, al tiempo que instaron a las autoridades militares a que restablezcan pronto el orden y el respeto hacia la constitución.
Por su parte, un documento elaborado por distintas iglesias zimbabuenses también hizo un llamado a los diversos sectores para mantener la calma.
Por su parte, Joice Mujuru, que se desempeñó como vicepresidenta hasta que fue despedida en 2014, pidió “elecciones libres, limpias y creíbles”.
Si bien el país se encuentra en una situación política e institucionalmente anormal, hasta el momento no se registraron hechos de violencia, y los pocos puestos de control militar en los accesos a la capital del país sólo se abocan a revisar los automóviles y constatar la documentación de sus conductores, sin incidentes reportados.
Las razones que llevaron a la actual situación política en Zimbabue resultan confusas, aunque algunos analistas sostiene que no se trata de una rebelión contra Mugabe, sino de desacuerdos internos entre facciones de sus propios seguidores, parte de los cuales se oponen a la idea de que el mandatario sea sucedido por su esposa, Grace Mugabe, a la que no consideran calificada para ocupar el cargo.
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