Al emitir una señal de radio más potente a la misma frecuencia y la misma modulación del transmisor alemán Kehl, los físicos canadienses hicieron que un canal emitiera un ruido más fuerte para que el avión y la bomba no pudieran "conversar". Youtube

Cómo científicos canadienses decodificaron la máquina de guerra nazi

Las bombas “planeadoras” controladas a distancia fueron precursoras del avión no tripulado moderno.

Agosto de 1943: la tripulación canadiense del Athabaskan HCMS no esperaba ver una bomba cambiar de dirección en el aire.

Pero durante una patrulla antisubmarina en el Golfo de Vizcaya, frente a la costa norte de España, eso fue exactamente lo que sucedió.

La tripulación aterrorizada había descubierto una nueva arma de la Alemania nazi, una que podía atacar a los acorazados aliados con una precisión nunca antes vista.

Estas «bombas planeadoras» fueron controladas de forma remota, a través de un joystick, desde los aviones que las lanzaban, y luego las dirigían hacia los barcos aliados.

Las nuevas armas amenazaban con atacar a toda la armada aliada: solo se necesitaron dos para hundir un barco de guerra. En un ataque con una bomba planeadora, el Athabaskan fue gravemente dañado y el HMS Egret, un barco británico similar, fue hundido, matando a sus 197 soldados.

Como lo indica Evan Munday, periodista de CBC,  a pesar del poder y la amenaza de estas nuevas armas de alta tecnología, muchos canadienses no tenían idea de que existían. En secreto, los tecnólogos canadienses se pusieron en acción para desarrollar una defensa que pondría fin a la carnicería en el mar.

Una amenaza a la navegación

Los canadienses en 1943, podían elegir entre una amplia gama de ocupaciones peligrosas. Una de las más traicioneras: marinero de la Royal Canadian Navy.

Trabajar en un barco en tiempos de guerra conlleva un excesivo número de amenazas, pero la Alemania nazi elevó su apuesta con el desarrollo de las bombas planeadoras controladas por radio, precursoras del dron moderno, apodadas «asesinas de barcos».

Fabricados en dos modelos: el Ruhrstahl SD 1400 (o ‘Fritz-X’) y el Henschel Hs 293 – los misiles fueron diseñados para devastar barcos y hundir suministros y escoltas.

Lanzadas por aviones a gran altura, lejos del peligro de los cañones antiaéreos de un barco, las bombas eran controladas remotamente a través de señales de radio enviadas a su retaguardia.

Esto convirtió a las naves, originalmente blancos difíciles, en objetivos fáciles, señala Munday.

Esta amenaza a la navegación en tiempo de guerra era tan grande que, según el autor Martin J. Bollinger, la existencia de bombas planeadoras controladas por radio fue ocultada al público.

Las bombas planeadoras fueron un precursor rudimentario del dron militar moderno que conocemos y tememos hoy. Los drones modernos son aviones completos, equipados con cámaras, imágenes infrarrojas y misiles guiados por láser. Utilizando tecnología satelital, se pueden controlar desde miles de kilómetros de distancia. Las bombas planeadoras fueron mucho más simples, pero introdujeron la idea de las armas guiadas por precisión en la guerra moderna.

Cómo lo hicieron los físicos canadienses

En Canadá, el Consejo Nacional de Investigación (NRC) se había convertido en una fábrica de ciencia militar de facto, trabajando en conjunto con organizaciones similares en Gran Bretaña y los Estados Unidos. El NRC fue fundado en 1916 para asesorar al gobierno en asuntos de investigación científica e industrial durante la Primera Guerra Mundial.

Entre varios departamentos del NRC estaba la rama de radio. Los líderes del equipo, W. C. Wilkinson, físico, y el ingeniero de radio de 26 años y graduado de la Queen’s University Richard Rettie, tuvieron la tarea crucial de detener los ataques con bombas planeadoras rápidamente.

El dúo recurrió a la interferencia de radio, un campo de física relativamente nuevo. Creyeron que podrían hacer que los misiles alemanes se desviaran al interferir con las señales de radio, interrumpiendo la comunicación entre el avión y la bomba.

Al emitir una señal de radio más potente a la misma frecuencia y la misma modulación del transmisor alemán Kehl, hicieron que un canal emitiera un ruido más fuerte para que el avión y la bomba no pudieran «conversar».

Ellos denominaron su dispositivo, desarrollado en menos de dos meses, el Canadian Naval Jammer (CNJ).

No fue el mejor, pero fue el primero

La mayoría de los poderes aliados trabajaban en interferentes de radio. Si bien el CNJ no era uno de los mejores, fue uno de los primeros efectivos, dice el experto en historia naval David Zimmerman.

El CNJ envió una poderosa señal de interferencia a una amplia franja de frecuencias de radio, adoptando una posición de aproximación al rompecabezas.

El jammer derrotaría automáticamente a los receptores de las bombas planeadoras, independientemente de la frecuencia de radio que se haya seleccionado para un misil individual. No era elegante, pro sí fue efectivo. Más importante aún, fue producido rápidamente. La Royal Canadian Navy envió una solicitud urgente al NRC sobre dispositivos de interferencia de radio el 5 de febrero de 1944. El NRC envió el primer CNJ operativo a Halifax, provincia de Nueva Escocia, antes de finales de marzo.

Los bloqueadores posteriores producidos por los estadounidenses y los británicos podrían escanear las bombas planeadoras  y apuntar específicamente a sus frecuencias de radio. El método desarrollado, el  CNJ,  podría ser un obstáculo: al menos en una ocasión, los barcos aliados solicitaron a un barco canadiense que se abstuviera de usar su CNJ, ya que podría interrumpir sus propias comunicaciones militares.

Las bombas planeadoras  pasaron de una tasa de éxito de 30% en dar en el blanco a 0% en menos de un año.

El día D, la mayor invasión marítima de la historia, habría resultado imposible sin el CNJ y los demás bloqueadores aliados.

En abril de 1944, pocos meses después de que la Marina los hubiera solicitado, esta panoplia de interceptores había hecho que las bombas planeadoras alemanas resultaran casi totalmente un fracaso. Pasaron de una tasa de éxito del 30 por ciento de barcos dañados en septiembre de 1943 a cero % en el Día D, 6 de junio de 1944, cuando los Aliados emplearon al menos siete marcas diferentes de interferencias.

Además de ayudar al Día D e indirectamente colaborado a cambiar el rumbo de la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo del CNJ demostró – al igual que el equipo Canadian Anti-Acoustic Torpedo (CAT) de la Royal Canadian Canadian – que Canadá fue capaz de producir defensas navales efectivas en una línea de tiempo ridículamente corta, cuenta Munday.

El NRC durante la guerra ayudó a desarrollar una serie de otras innovaciones militares, como el explosivo RDX (como TNT en esteroides), el fusible de proximidad y las tecnologías de detección submarina. Después de la guerra, la NRC, como muchos otros canadienses, regresó a sus funciones civiles. Muchas de sus alas militares se separaron o se plegaron en otras organizaciones gubernamentales.

Hoy, el NRC trabaja con miles de compañías canadienses colaborando  en el desarrollo de investigación científica.

El HCMS Athabaskan, trágicamente, fue torpedeado y hundido menos de un año después de sobrevivir a su primer ataque con la bomba planeadora, una catástrofe que les costó la vida a 128 marineros. Y el destino de los hombres detrás del CNJ, Wilkinson y Rettie, se ha perdido en el tiempo, como gran parte de la historia canadiense.

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