La experiencia coreana de un gastrónomo quebequense

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Es gastrónomo quebequense Philippe Mollé conoce Corea de Sur desde hace ya muchos años. La primera vez que visitó el país fue hace 15 años y desde entonces ha regresado varias veces. Recientemente fue invitado a participar en un Salón sobre la alimentación en Seúl, la capital. Una ciudad de 10 millones de habitantes que a él le gusta redescubrir cada vez que la visita y en la que se puede apreciar un modernismo arquitectural que contrasta con las construcciones antiguas de piedra y los viejos templos.

Y es así como Seúl es una mezcla de lo mejor que existe en Asia. Se prestó de los japoneses su rigor, se le agregó un pequeño toque europeo y se le añadió un poco de la eficacia norteamericana. Una ciudad en la que se conservaron grandes espacios verdes y se apostó sobre lugares bien establecidos para el arte y la cultura, con andenes bastantes amplios en los que se puede caminar con holgura.

Una ciudad extremadamente limpia en la que no se ven bolsas de basura en ningún lugar porque la gente deposita su basura a diario en lugares específicos, evitando así los malos olores y una cierta contaminación visual.

Y esa occidentalización se puede observar a varios niveles, incluso en lo que se refiere a la evolución del arte culinario, donde las grandes tiendas de comida rápida son cada vez más numerosas en la capital. Pero un occidental es siempre un occidental, por muy gastrónomo que sea. Phillipe Mollé cuenta una experiencia culinaria traumatizante que vivió en Seúl durante su última visita.

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