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Racismo en Canadá: palabras para contar lo inaceptable

Dibujos de mujeres de origen diversa

El racismo en Canadá: Palabras para contar lo inaceptable

Foto: RCI

RCI

Canadá es frecuentemente descrito como un país de inmigración, abierto a las diferencias y que abraza el multiculturalismo como política de Estado.

Sin embargo, cada vez se escuchan más voces de canadienses que denuncian el racismo ordinario y el sistémico, así como los actos racistas, algunos de ellos con consecuencias mortales.

En Radio Canadá Internacional hemos buscado hacer escuchar las voces de las personas que han sufrido esos actos, que sean ellas las que cuenten cómo se manifiesta ese mal.

Este documento reúne algunos testimonios de las víctimas del racismo en Canadá. Son testimonios que muestran las circunstancias dramáticas que pueden vivir quienes tienen un color de piel que no es considerada como blanca o cuyo nombre y apellido provienen de otra parte, ya sean personas que llegaron como inmigrantes o que nacieron en Canadá.

Un expediente de Radio Canadá Internacional


Clelia Rodríguez

Toronto, Ontario

Una mujer con un auricular blanco en una oreja durante una entrevista.

Clelia Rodriguez.

Foto: RCI / Rufo Valencia

Al venir a Canadá, lo último que yo me hubiera imaginado es la forma en que los policías nos iban a tratar aquí. Para mí, eso sí fue una sorpresa. Fue un momento que me despertó.

Siempre que nosotros salíamos de la escuela en grupo, como habíamos muchos recién llegados de El Salvador por el tema de la guerra. Esa escuela secundaria estaba llena de salvadoreños recién llegados, como yo. Y obviamente, colectivamente, por todo el trauma de la guerra que ni siquiera habíamos procesado psicológicamente, tendíamos a buscarnos unos a otros.

Yo extrañaba el acento salvadoreño, ese humor negro que nos caracteriza. El humor de nosotros es bien particular. Entonces yo extrañaba eso. Esa necesidad, esa hambre, esa tristeza quizás que yo sentía por no estar en El Salvador… Tendíamos a hacernos como un grupo, y caminábamos hacia nuestras casas en grupo. Las veces en las que a nosotros, solo por ir caminando en grupo, nos paraban los policías es incalculable, fueron demasiadas.

Entonces en el último año de la escuela secundaria vino una chava canadiense que estaba trabajando precisamente el tema. La gente hoy quizá no lo entienda, pero en esa época, no se daban las manifestaciones de protesta que se dan ahora. En esa época, no era así porque nosotros todavía no teníamos la residencia. Estábamos con un permiso especial de refugiado.

La joven canadiense estaba recolectando historias. Ella, con otra compañera, propusieron la idea de crear un póster en el metro para hablar del racismo. En el afiche aparecían como tres latinos, como muy específicamente latinos, creo que exageraron el look. Ella convocó a una manifestación. Nadie llegó. Obviamente, yo fui, porque ya estaba encabronada. Creo que ese es el mejor adjetivo porque cuando ya llegas a ese momento, va más allá de tu seguridad. Llegas a un momento donde tú piensas y dices: no, eso se tiene que arriesgar, esto necesita apagarse.

Hicimos un proyecto con la policía. Llegó su representante. En esa época fue como lo máximo que se pudo hacer: un poster en la estación de metro de Yonge y Bloor. El periódico Toronto Star hizo una historia sobre esto y la tienen en sus archivos. Se la puede encontrar en línea.

¿Cómo entender lo que pasó en esa época?, ¿cómo puedes entender el encabronamiento de personas como yo, hoy día? No preguntes por qué uno está enojado. Lo que tienes que hacer es un trabajo de investigación de lo que nosotros tuvimos que pasar en la escuela secundaria aquí. Todo tiene raíz.

Si quieres realmente entender el contexto del racismo acá, es importantísimo que entiendas que Canadá ha sido históricamente un país que se ha fundado, que funciona, que opera en base al racismo. Ya no se puede utilizar la excusa de decir: yo no sabía que en Canadá habían estas cosas. Ahora existe hasta Alexa, a la que le puedes preguntar: Alexa, ¿hay racismo en Canadá? Les invito a que le pregunten a Alexa, a Siri o Google, a ver qué responden. Si no podemos entender de qué forma nosotros contribuimos a la colonización constante que se da en este país todos los días, entonces no me hables de racismo. Hay que hacer un trabajo dedicado a averiguar dónde estamos viviendo. Quiénes estuvieron aquí antes que nosotros.

El año que nació mi hija, en 1993, fue el año en el que cerraron la última escuela residencial en este país.

El racismo no se va a eliminar si no sabemos quién lo está nutriendo, quién lo está impulsando. No será eliminado hasta el momento en que seamos capaces de realmente alzar la voz en nuestra actividades cotidianas. Puede ser en un Starbucks, en el supermercado, en cualquier momento alzar la voz y decir no, hoy no. Es importante estar en esta práctica y enseñarla a las nuevas generaciones.


Joni Velázquez

Chaudière-Appalaches, Québec

Joni Ismael Velazquez esta sentado en un banco en un calle

Joni Ismael Velázquez, un trabajador agrícola temporal de México, huyó de la granja donde trabajaba en la región de Chaudière-Appalaches a Montreal.

Foto: Radio-Canada / Ivanoh Demers

Mi nombre es Joni Ismael Velázquez Gutiérrez. Soy mexicano. Llegué a una ferme (granja) a trabajar en lo que es el ramo de la industria ganadera, lo que es la leche.

Ahí puedo decir que tuve hasta cierto grado racismo y maltrato verbal de mi empleador, porque él nos insultaba, nos regañaba siempre, aunque no hiciéramos las cosas nosotros, siempre nos llamaba la atención con palabras un poco elevadas: calice, mexicano, guatémaltèque de merde, aquí no estás en México, no estás en Guatemala. Están en Canadá. Hubo una temporada en que no nos pagó durante un mes. Estuvimos comiendo arroz con sal, mi compañero y yo.

En cierta ocasión, la única ocasión que me llevó a comprar (alimentos al pueblo), al segundo mes de la pandemia, me llevó en la cajuela (maletero) del carro porque, me decía, que no podíamos ir tres dentro del carro por la pandemia. Iba a exceso de velocidad y con nieve. Yo tenía a veces que caminar para ir a cambiar mi cheque para poder enviarle a mi familia, o para ir a comprar agua, porque el agua que tomábamos era oxidada, era roja. Las instalaciones de la casa no eran idóneas. Estaban rotas las ventanas. El piso estaba roto. En la puerta principal, cuando nevaba como ahorita, se metía la nieve. La calefacción era de las antiguas. Teníamos que meter en un anafre leña para que calentara la casa. Ahí se llenaba de humo, y cuando se mojaba por la nieve la leña, pues no podíamos calentarnos. Entonces siento que sí, que fue racismo porque nos trataba así.

Cuando yo lo conocí (al empleador) me dijo no quiero que hables inglés, porque yo le dije que yo hablaba inglés. Me decía habla español porque yo entiendo un poco español, o francés. Yo le dije que no hablo en francés.

Joni Ismael Velazquez debout près d'une vitrine.

Joni Ismael Velázquez.

Foto: Radio-Canada / Ivanoh Demers

Yo tuve unos amigos que conocí en el aeropuerto. Me preguntaron justamente como al mes ¿cómo te va? Yo le digo: sabes que no me siento bien porque no tengo a veces para comer, no tengo para enviarle dinero a mi familia, estamos en temporadas de frío , hace frío, estamos invadidos de ratas, la casa está rota, las instalaciones del trabajo están pésimas, los animales pésimos, enfermos, heridos. Me dice pues yo te puedo aventar con alguien que te ayude. Entonces me pasaron el contacto del CTI (Centro de Trabajadores Inmigrantes) y ellos, gracia a Dios, me orientaron, me ayudaron y fueron directamente a sacarme, como si me fuesen raptado a las siete de la noche y me trajeron a Montreal.

Yo, cuando vine a Canadá, llegué emocionado, con muchas ilusiones. Así como todo mundo latino que venimos a trabajar, porque venimos a eso: venimos a trabajar. Como le digo, mientras me paguen, yo trabajo en lo que sea. Trabajo doce horas diarias. Yo trabajaba los siete días de la semana y yo sentía que mi pago no llegaba a tiempo. No llegaba ni a tiempo ni completo, porque a veces tardaba un mes para pagarnos. Yo sigo en las fermes (granjas). A mí me gusta el campo, yo soy ganadero se puede decir, no tengo ganado pero me considero así porque me gusta el ganado. Ahorita justamente estoy trabajando en una ferme de búfalos. Es una nueva experiencia, es muy bonito. Son más agresivos los animales, pero hay que saberlos manejar y tener éxito en el trabajo.


Yan-Maverick Quitich

La Tuque, Quebec

Yan-Maverick Quitich est originaire de la communauté atikamekw de Manawan.

Yan-Maverick Quitich es de la comunidad Atikamekw de Manawan.

Foto: Fournie par Yan-Maverick Quitich

Estoy orgulloso de ser un atikamekw de Manawan, un pequeño líder que se expresa con atención, pese a la pérdida de su lengua materna.Estas palabras, llenas de significado, no tenían ningún sentido para el autóctono Yan-Maverick Quitich cuando fue víctima de racismo hace dos años. Justo en el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, cuenta él.

El 29 de septiembre de 2020, la Asamblea de Primeras Naciones de Quebec-Labrador (APNQL) presentó su plan de lucha contra el racismo y la discriminación contra los indígenas. Veinticuatro horas antes, la indígena atikamekw Joyce Echaquan había muerto en circunstancias trágicas en el hospital de Joliette, una pequeña ciudad en la provincia de Quebec.

Las últimas palabras que ella escuchó de parte del personal del hospital fueron degradantes y racistas. La presentación del plan de lucha contra el racismo y la discriminación contra los indígenas no era consecuencia de esa muerte. Estaba previsto desde hace tiempo para recordar que, tras 400 años de convivencia, era hora de vivir mejor juntos.

Cada año, esa es la propuesta del Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. Y eso es lo que también quiere Yan-Maverick Quitich, de 16 años.

Yan-Maverick nació en una comunidad indígena y creció en el seno de una familia y una comunidad solidarias. Durante su infancia, su familia se trasladó a la pequeña localidad de La Tuque, en la región de Mauricie, donde casi un residente sobre cuatro son indígenas. La integración fue fácil. En la clase, los niños indígenas y los que no lo eran hacían amistad sin mayor problema.

Esos fueron mis mejores años en la escuela primaria, recuerda Yan-Maverick. Tuve muchos amigos blancos.

La palabra K

A Yan-Maverick le encanta el hockey. Al principio de su adolescencia, practicaba este deporte de manera recreativa en la división Bantam B. Los jugadores tenían entre 13 y 14 años. Durante un partido contra un equipo de la ciudad de Trois-Rivières, a unos 160 km de su casa, conoció de manera brutal lo que significa el racismo.

Primero, fue insultado por un entrenador de hockey del equipo contrario ¡Tu maldito kawish, no deja tranquilo a mi jugador! A estas ofensas se sumaron más tarde las lanzadas por los padres de familia y los jóvenes.

La palabra kawish había sido usada para ofender. Su origen no es claro, pero es una palabra particularmente ofensiva. Equivale a que te llamen salvaje.

No me lo esperaba, comentó Yan-Maverick, que nunca se había imaginado recibir semejante insulto. Su mundo se derrumbó de repente, al igual que sus certezas. En los días y semanas siguientes él se sintió triste y desmotivado. Empecé a no querer jugar más al hockey, a negar mi identidad indígena.

Pasar un tiempo en el bosque junto a su madre fue beneficioso. Pudo conversar con ella y renovar su espíritu. Me construí un escudo interior gracias a mi madre.

Así aprendió a defenderse: Si me siento atacado, me defiendo con las palabras adecuadas y no con los puños.

Las palabras adecuadas

Dos artistas en un escena

Yan-Maverick Quitich en una escena de Waskapitan junto con el cantautor canadiense, Patrick Watson.

Foto: Flore Bibeau /Regroupement des centres d'amitié autochtones du Québec

En alguna parte de nuestra historia, nosotros los pieles rojas, nosotros los kawish. Atikamekw es mi nombre de nacimiento, más allá de los bosques que nos rodean.

Este fragmento de un texto de poesía slam escrito por Yan-Maverick, fue presentado el pasado diciembre durante un espectáculo de beneficencia organizado en homenaje a Joyce Echaquan.

Mi texto cuenta la historia de lo que hemos vivido desde el primer día en que llegaron los hombres blancos, explica el joven indígena. Al principio todos vivíamos en armonía, todos éramos amigos; no sé qué ha cambiado, [pero] es así como llegó el racismo.

Yan-Maverick escribió el texto La identidad el verano pasado, durante una semana musical organizada por el Centro Indígena de la Amistad en la región de Lanaudière, Quebec.

Ese mismo verano, participó en una manifestación de apoyo al movimiento de protesta de los afrocanadienses Black Lives Matter. También tomó parte en el homenaje con velas encendidas dedicado a la indígena Joyce Echaquan en octubre de 2020. Estuvo en estas actividades para apoyar a mis hermanas y hermanos indígenas, dijo.

Yan-Maverick aceptó presentar su texto ante miles de personas con la esperanza de hacer avanzar la causa de las Primeras Naciones y demostrar que un autóctono puede dar testimonio de lo que siente en su interior.

Esa experiencia se ha repetido desde entonces. Algunas personas me han invitado a participar en otros espectáculos. Les leí mi texto y todos se emocionaron.

En vuestro nombre daré testimonio, voy a contar todo con detalle para que se haga justicia, decía Yan-Maverick en su texto de poesía slam.

Yan-Maverick ha tomado el camino de la escritura. Actualmente está trabajando en su texto La identidad, segunda parte.

Estoy escribiendo sobre cómo contrarrestar el racismo, explica. Sobre cómo no se debe dejar pasar, sobre la necesidad de hablar siempre con personas de confianza o cómo enfrentarlo, pero con las palabras adecuadas.


Alf Bell

Toronto, Ontario

Un homme afro-américain (qu'on voit de dos) avec des écouteurs se promène dans la section des produits surgelés d’une épicerie. En face de lui un homme, qui semble être blanc, pousse un chariot.

El racismo es un problema bien presente en Canadá.

Foto: iStock / gorodenkoff

Alf Bell es especialista en relaciones públicas. Llegó a Toronto en el año 2000 como residente permanente. Para este testimonio, prefirió mantener el anonimato. Sin embargo, de acuerdo con nuestras normas y prácticas periodísticas, RCI da fe de su identidad.

Lo dejamos contar su historia:

Un día entré en un supermercado de Malton, una zona muy diversa de Mississauga (Ontario). De hecho, creo que tiene la mayor concentración de sudasiáticos de la región de Peel.

Llevaba una bolsa tipo estudiante, una especie de morral, colgada de uno de mis hombros, con casi nada dentro. Tenía hambre y pensaba comprar unos plátanos y un yogur. Pero cuando fui a la sección de frutas, empecé a sentir como si alguien caminara detrás de mí en sincronía… 

Bueno, pensé que era una coincidencia que este joven blanco, diría que de ascendencia inglesa, se detuviera unos pasos detrás de mí cuando yo lo hice, pero cuando fui a la sección de lácteos, vi que seguía detrás de mí. Así que le pregunté por qué me estaba siguiendo …. Un poco sorprendido, me dijo que trabajaba en la tienda y que sólo quería asegurarse de que no iba a meter algo en mi bolso y llevármelo sin pagar.

Le pregunté por qué me prejuzgaba, si era por mi apariencia de inmigrante y me dijo que no. Dijo que era porque mucha gente que había robado en esa tienda de comestibles utilizaba bolsas como la que yo llevaba. Le dije que, por lo que yo sabía, en Canadá, no era ilegal usar bolsas en cualquier sitio y que eso no era motivo para que me siguiera y me acosara.

También dije que había visto a personas que no parecían inmigrantes como yo en ese mismo supermercado con bolsas y mochilas y que nadie los estaba siguiendo. No pude hablar con el supervisor porque tenía prisa, iba a perder un autobús y tenía que irme. Al final no compré nada, por supuesto.


Vanessa García

Montreal, Quebec

Vanessa García es miembro de los Grands Ballets Canadiens de Montreal desde 2006. Ha subido todos los escalones de esta prestigiosa compañía de danza, desde el cuerpo de ballet hasta convertirse en la primera bailarina. Hoy, Vanessa también es una de las coreógrafas de los Grands Ballets. Nació en España y es egresada del Real Conservatorio Profesional de Danza de Madrid.

Nos cuenta su historia:

Acabo de denunciar públicamente a un troll que me atacó en las redes sociales recientemente y cuando intenté reportar la cuenta en la plataforma, me dijeron que no podían hacer nada al respecto porque la cuenta no infringe las reglas… Me quedé atónita. Eso está muy mal.

Fue chocante y al mismo tiempo no. Me sorprendió que en los tiempos que vivimos haya gente con este tipo de mentalidad y pobres valores morales, es bastante decepcionante…

Pero al mismo tiempo no me sorprendió porque no es la primera vez que he sido sujeto de insultos racistas o acciones discriminatorias… y estoy segura no va ser la última vez tampoco desafortunadamente. 

Una bailarina levanta una de sus piernas al cielo

Vanessa García Foto : Sasha Onyshchenko.

Foto: Radio-Canada

Tengo otro ejemplo desafortunadamente del pasado. Fue en la sección de opiniones de un importante diario de Montreal, en enero del 2017. 

El autor del texto escribió que, para interpretar un papel protagonista, tenía que teñir de rubio mi cabello y blanquear mi piel. Y que tenía toda la apariencia de una blanca

Al final, después de mucha lucha con el periódico y la gente responsable de publicar estas opiniones, conseguí una rectificación…

Pero fue algo traumático que me ha seguido a través de los años como un nubarrón encima de la cabeza.

Jamás he escuchado que una persona de raza negra sea acusada de hacer whiteface. ¡Encima, falsamente!

El [autor] intentaba denunciar un acto racista falso, cuando el único racista en la historia es él.


Pamphinette Buisa

Victoria, Columbia Británica

Una mujer mira al cielo

Pamphinette Buisa.

Foto: Radio-Canada

Pamphinette Buisa representa el rugby canadiense a nivel internacional, incluyendo en los Juegos Olímpicos. Implicada en la lucha contra el racismo desde la trágica muerte del afroestadounidense George Floyd, la jugadora de origen congoleño ha participado en numerosas manifestaciones y acciones en la provincia de Columbia Británica. Ella también busca utilizar su influencia como atleta para dar voz a los que han sido dejados de lado.

Ella aceptó compartir sus experiencias como víctima del racismo con Radio Canadá Internacional :

La primera vez fue cuando estaba en el kindergarten. Ya sabes, cuando estás en el jardín de infancia realmente no tienes un concepto claro de lo que es la raza o el racismo. Eres apenas una niña.

Estábamos jugando en el patio de recreo, y recuerdo que cuando estábamos sentadas una pequeña niña blanca me preguntó:¿por qué eres negra? Yo le respondí: no lo sé.

Entonces, de repente, aquella niña dijo la palabra N y añadió: mi madre dice esa palabra y luego la dijo. Yo no sabía lo que significaba, pero sabía que lastimaba.

Mientras crecía, sin entender necesariamente lo que significaban esas palabras que me habían colocado y con las que me habían descrita, pero viendo cómo me hacían sentir, creo que me era bastante difícil comprender el peso de esas palabras.

No era necesariamente algo que entendiera, pero sabía que era algo que históricamente fue utilizada como un arma para destruir y dañar a mucha gente que se parecía a mí.

Así que para mí, mucho de este concepto de raza es algo de lo cual siempre he sido muy consciente, especialmente cuando era joven, moviéndome en diferentes espacios, especialmente si era un espacio predominantemente blanco. En ese momento me di cuenta de que era diferente. Volví a casa y le dije a mi madre: mamá, esa niña me ha llamado la palabra N. Pero mis padres no parecían sorprendidos. Ellos lo sabían.

Recuerdo haber tenido una conversación [con mis padres], creo que a la edad de siete años. Recuerdo que me dijeron: Esto será algo que notarás. Vas a tener que trabajar mucho. Y luego cosas como No puedes estar corriendo todo el tiempo porque te van a ver más a tí que a tus amigos corriendo. Así que serás tú quien acabe en problemas, no tus amigos.

Fue así que me di cuenta de que hay una especie de doble rasero. De nuevo, ni siquiera sabía de dónde venía, pero ahora esa era la realidad con la que tenía que lidiar. Simplemente a causa del color de mi piel.

Además, al ser una niña un poco más activa, con mucha más energía, me di cuenta que era algo que a partir de ese momento tendría que afrontar y lidiar de forma desproporcionada con mis homólogos blancos.

Tres atletas juegan rugby.

Pamphinette Buisa en un partido de rugby.

Foto: RugbyCanada/Twitter

Mi privilegio [como atleta] de poder viajar, de competir en el escenario mundial, definitivamente me permite mayores oportunidades para compartir el mensaje, facilitar que las comunicaciones se produzcan y responsabilizar a diferentes factores.

Fue importante para mí comprender mejor las complejidades de lo que significa también representar a Canadá. A menudo creo que si no hubiera estado ciertos espacios, simplemente circularía y funcionaría ignorando lo que tenía frente a mí.

Cuanto más me implicaba en la comunidad, inclusive como simple observadora, especialmente viendo en la ciudad de Victoria que hay problemas importantes en el trato entre nosotros, más comprendía lo que significa representar a Canadá desde el punto de vista de alguien que es ciudadano de estas tierras pero que, por ejemplo, no tiene acceso al agua potable.

Esto es algo que he estado tratando de impulsar en todos los espacios, no sólo en el deportivo: ¿Cómo podemos tener más conversaciones donde yo no tenga necesariamente que participar, pero en las que más bien amplifico y levanto las voces de aquellos a mi alrededor y que no hacen parte de estos espacios?


Francisca Mandeya

Iqaluit, Nunavut

Una mujer sonriente se encuentra delante de un edificio y un contenedor. Hay nieve en el suelo.

Francisca Mandeya.

Foto: RCI

Francisca Mandeya nació en Zimbabwe, donde fue testigo del racismo en sus primeros años.

Luego se mudó a la región del Ártico canadiense, a Iqaluit, capital del Territorio de Nunavut. Allí volvió a experimentar el racismo:

La primera vez que me llamaron n****r, negra, y digo la palabra en su totalidad, porque incluso los niños de seis a ocho años me llaman así, me quedé estupefacta porque, viniendo de África, nadie me había llamado así allá, y créeme, no me lo dijeron una sola vez.

Fue impactante que la persona que me decía esa palabra tenga la misma edad que mi hijo. Esa fue la primera vez, en el día de Acción de Gracias.

Lloré, no entendía por qué eran agresivos con esas palabras y por qué me seguían. No sabía lo que me iban a hacer.

Así que publiqué aquello en Facebook y dije:estoy escuchando todas estas palabras que no describen quién soy. Ni siquiera soy negra. Es el vestido que llevo de color negro. Entonces, ¿por qué esto me ofende de este modo? ¿Por qué es algo que me persigue, me intimida?

Y entonces supongo que en el fondo de mi mente, al querer hacer las cosas bien, esas son algunas de las experiencias que me hicieron querer llevar a cabo un cambio.

Una mujer con un pañuelo en la cabeza y aretes criollas sonríe a la cámara.

Francesca Mandeya.

Foto: Radio-Canada

Lo que hice fue ir a mi comunidad, contactarme con personas que no se parecen a mí aquí en la ciudad de Iqaluit, buscando ser aceptada, buscando decirle al mundo que soy un ser humano igual a todos, con derechos humanos idénticos, y que merecía un trato igualitario.

Me acerqué a mi comunidad, a gente que no se parece a mí, paquistaníes, inuits, africanos de Jamaica, caucásicos de donde sea, y nos reunimos.

Compartí con ellos una historia, la historia del arcoíris, una historia de diversidad a la que la llamamos Canadiversidad, y la presenté aquí durante el evento Toonik Tyme [una celebración anual de las tradiciones inuit y del regreso a la primavera] hace unos tres o cuatro años.

¡Nos divertimos mucho! Nos dimos un abrazo de afecto tras la actuación. No hubo palabras. Todos sintieron el afecto. No fue necesario conocerlos demasiado tiempo.

Ese es mi compromiso de contribuir a la sociedad, el de intentar mejorar la vida de todos.

No pretendo tener resuelta la situación. Todavía estoy aprendiendo sobre mí misma. Me odiaban, el dolor todavía está en mí. Pero puedo decir con seguridad que me he comprometido a reducir las sombras en mi interior y hacer brillar la luz que llevo en mí.

Y esa luz está formada por un amor incondicional.

Actualmente estoy construyendo un movimiento de madres, sabiendo que como madres, las lecciones que damos a nuestros hijos tienen un impacto en la vida en este mundo, que es algo que puede cambiar el mundo.

Entonces, como madres, enseñamos la verdad. Nadie en esta Tierra eligió la apariencia con la que se nace.


Mohammed Mahmoud

Montreal, Quebec

Una foto de un hombre que sonríe.

Mohammed Mahmoud.

Foto: Radio-Canada

Llevar nombres como Mohammed o Mahmoud no facilita la vida en Occidente. El sirio-canadiense con el que hablamos tiene ambos nombres. Mohammed Mahmoud llegó a Canadá con su familia a principios de la década de 1990. La familia se estableció en Montreal, la metrópolis de la provincia de Quebec.

En 2011, Mahmoud presentó su candidatura para un puesto en la empresa multinacional para la que trabajaba, con sede en Montreal.

El puesto solicitado era el de jefe de unidad, del cual Mahmoud hacía parte. El cargo fue otorgado a un colega no inmigrante de Mahmoud, que tenía menos experiencia que él.

Al día siguiente, otro colega de trabajo de Mahmoud, su antiguo jefe que fue quien le había contratado en la empresa, le preguntó si él tenía intención de hacer algo ante esa situación.

Mahmoud respondió: ¿Qué situación?. No te han elegido para que seas el jefe de tu unidad de trabajo, respondió su colega. ¿Y por qué no conseguí ese puesto?, le preguntó Mahmoud. Es debido a tu nombre: Mohammed Mahmoud, respondió su antiguo director.

Este acontecimiento llevó a Mahmoud a reflexionar sobre su futuro en la empresa. Finalmente decidió dejar la compañía y trabajar en otra parte.

Mahmoud añade que su hija Layal (nombre ficticio) también sufrió discriminación en la sociedad de acogida.

Eso fue en 1993, el año siguiente de su llegada a Montreal. Después de vivir en un edificio próximo al parque La Fontaine, donde la mitad de los residentes eran inmigrantes, la familia decidió trasladarse a un barrio popular habitado en su mayoría por quebequenses francófonos.

Al día siguiente del traslado, Layal, que tenía siete años, salió a la calle a jugar con los niños. Una mujer que estaba en su balcón se fijó en ella y le gritó: ¡Vuelve a tu país! ¡No tienes nada que hacer aquí!

Una década después, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos reivindicados por la organización yihadista Al Qaeda, un compañero de clase le dijo a Layal: Si hubiera sabido que eras árabe, nunca me habría sentado a tu lado.

Layal, nacida en Occidente y que no lleva el hijab, sigue sufriendo lo que ella califica de comportamiento racista por parte de algunos de sus colegas de trabajo quebequenses.

Es su piel morena la que revela que es nacida de la inmigración y también su apellido, Mahmoud, lo que la exponen a lo que ella considera como actos de microrracismo, a los que se enfrenta en el seno de la sociedad quebequense de la cual ella forma parte.


Hassan

Ottawa

Una calle de Ottawa donde se puede observar el nombre de la ciudad en letras grande y rojo y al parlamento en el fondo

Ottawa, la capital canadiense.

Foto: Radio-Canada

Hay vehículos que causan problemas a sus propietarios debido a problemas mecánicos. También hay autos muy fiables en cuanto a su funcionamiento, pero que causan otro tipo de problemas a sus propietarios, sobre todo si se trata de personas negras.

Hassan (nombre ficticio), quien es de origen africano, contó los problemas que ha tenido que enfrentar al encontrarse conduciendo autos de lujo.

Hassan vive en Ottawa desde hace unos 25 años y es propietario de un comercio de venta de autos de segunda mano. Anteriormente vivió en Montreal durante unos cuatro años, pero dejó la metrópoli quebequense por la capital federal en busca de mejores oportunidades económicas.

Hace unos 15 años, Hassan tuvo problemas con la policía mientras conducía un auto de marca BMW. La policía le obligó a detener su auto para pedirle los documentos que muestren que él era efectivamente el propietario del coche. Hassan les mostró los papeles y los uniformados le dejaron continuar su camino.

En los meses que siguieron, las patrullas le detuvieron dos veces más con el mismo propósito: pedirle su documentación y la del auto.

Cuando Hassan preguntó a los policías por qué le paraban de nuevo para verificar sus papeles, ellos respondieron que se trataba de un control rutinario, un control aleatorio o que últimamente fueron robados muchos autos BMW, situación que hacía necesario llevar a cabo más controles a los conductores de esta marca alemana de vehículos.

Hassan estaba convencido de que ser detenido por la policía en tres ocasiones en tres meses mientras conducía su BMW era más una cuestión de perfilado racial que otra cosa. Acudió a una comisaría de policía para expresar su descontento por lo que le había ocurrido, pero escuchó las mismas justificaciones.

Hassan vendió entonces su BMW para evitar someterse a lo que consideraba un control excesivo por parte de los policías.

Tras esta experiencia, Hassan fue detenido nuevamente por la policía mientras se encontraba al volante de un auto marca Lexus, propiedad de un amigo que le había pedido que lo vendiera.

Una vez más, se trataba de un control de rutina. Tras comprobar todos los papeles y asegurarse de que Hassan era vendedor de coches usados, los policías le dejaron continuar su camino.

Tras este incidente, Hassan decidió no volver a conducir autos de lujo, aún cuando él tenía los medio para hacerlo, salvo en caso de ser necesario debido a su trabajo. Tomó esa decisión debido a los problemas con la policía.

Hassan también contó otro incidente, también ocurrido en Ottawa, que puede ser considerado como un caso de discriminación racial.

Hace unos cuatro años, Hassan tuvo un accidente con otro auto. La policía llegó. La agente tomó las declaraciones de la conductora del otro vehículo, una mujer blanca, pero no tomó la declaración de Hassan.

Cuando Hassan preguntó a la mujer policía por qué no tomaba también su declaración, ella respondió que la declaración de la conductora del otro auto era suficiente.

Tres días después, Hassan recibió una multa de más de 400 dólares. La policía le acusó de no haber respetado un semáforo en rojo, lo que habría provocado el accidente con el otro vehículo.

Hassan negó haber cometido esa infracción y la impugnó ante la Corte municipal de Ottawa.

Hassan cuenta que el juez más bien acusó a la policía por no haber tomado su declaración, de tomar la versión de una sola de las partes, y por haberle impuesto una multa más elevada de lo que correspondía si realmente no había respetado un semáforo en rojo. El juez anuló la infracción y la multa, según Hassan.


Eileen Lao

Columbia Británica

Une femme habillée en rouge devant la porte d'entrée d'une maison.

Eileen Lao.

Foto: RCI

Hace unos dos años viajamos a Estados Unidos para asistir a una boda familiar y tomamos un autobús Greyhound para llegar allí. En la estación de autobuses, éramos los únicos asiáticos.

El autobús estaba retrasado, así que fuimos a la recepción para pedir más información sobre la situación. Tal vez porque muchas personas ya habían hecho la misma pregunta, un miembro del personal, un afroamericano tuvo una mala actitud hacia nosotros. Esta persona imitó deliberadamente mi acento mientras otro empleado que estaba a su lado se reía a carcajadas.

En otra ocasión, a finales de enero de este año, una pareja de Vancouver viajó a una comunidad remota en el Territorio de Yukón para obtener la vacuna COVID-19 lo antes posible, antes de que esta se encuentre disponible para los residentes de Vancouver.

Para conseguir su objetivo, la pareja afirmó falsamente que eran trabajadores locales y así lograron obtener la vacuna en una clínica móvil. Sin embargo, su estratagema fue rápidamente descubierta por los medios de comunicación.

Incluso antes de que la prensa oficial publicara esta impactante noticia, una cuenta en la red social china WeChat ya estaba difundiendo la historia con el título pegadizo de Pareja china de Vancouver fue a Yukón….

Una mujer sonríe a la cámaraAmpliar imagen (nueva ventana)

Eileen Lao

Foto: Gracieuseté : Eileen Lao

Como ves, he comprobado en los medios de comunicación en inglés cada una de las alegaciones del texto publicado en la red social WeChat, y en ningún lugar he podido encontrar una sola palabra que sugiera o afirme que la pareja de Vancouver sea étnicamente china o de ascendencia china.

Poco después, los medios tradicionales de comunicación revelaron que la pareja de Vancouver no era china y que el hombre era el director general de la compañía de casinos Great Canadian Gaming Corporation. Esta revelación hizo que la cuenta en WeChat tenga que borrar su información no verificada.

Los hechos demuestran que en Canadá la discriminación contra los asiáticos no se limita a los caucásicos.

La discriminación también puede provenir de otras personas de color, e incluso de los propios asiáticos.

Por último, en todas las circunstancias y desde todas las perspectivas, la cobertura de los medios de comunicación debe ser neutral y factual.


Zhimei Zhang

Montreal, Quebec

Zhang Zhimei.

Zhang Zhimei.

Foto: Gracieuseté : Zhang Zhimei

He vivido en Canadá durante más de 30 años. Personalmente, nunca fui discriminada por el color de mi piel, mi sexo o mi edad, pero he oído y visto incidentes de este tipo en las noticias. La discriminación racial existe en todas las sociedades del mundo.

En las sociedades occidentales contemporáneas la discriminación racial se ha convertido en un tema muy sensible e incluso explosivo.

He visto y oído incidentes odiosos de discriminación racial. Pero también he visto que se han cometido crímenes bajo la bandera de la lucha contra la discriminación racial.

Por ejemplo, en el sensacional movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan), varios malhechores se mezclaron con los manifestantes pacíficos para saquear, incendiar y buscar beneficios personales. Por lo tanto, debemos evitar las generalizaciones apresuradas y hacer un análisis claro de cada situación en torno a esta cuestión.

Desde mi punto de vista, no debemos tolerar ningún ataque personal, ningún trato degradante o desigual. Pero, al mismo tiempo, no debemos preocuparnos demasiado por ciertas palabras, miradas o gestos.

Por ejemplo, vivo en un edificio de apartamentos para adultos mayores. La mayoría de ellos son francófonos y saben poco de China. La mayoría de ellos nunca han estado en contacto con los chinos. Soy la única residente de origen chino en este lugar.

A veces me siento tratada de forma diferente. A veces tomo asiento sola. Es porque hay demasiadas diferencias culturales entre nosotros y no podemos tener una conversación profunda. Sin embargo, me he esforzado por aprender el francés, he intentado adaptarme y ahora tengo amigos en el edificio.

Como inmigrantes, siempre nos enfrentaremos a la doble cuestión de aceptar nuestro nuevo país y de ser aceptados.

No podemos aceptar a los demás al 100%, ni seremos aceptados al 100% por los demás. Eso es normal y no se trata de saber quién va a cambiar a quién. Es precisamente por estas diferencias que Canadá es un país tolerante, que permite que las múltiples culturas coexistan y brillen juntas.


Li Xixi

Montreal, Quebec

Una mujer con gafas de sol se toma en foto frente al rio y a montañas.

Li Xixi.

Foto: Radio-Canada

Como consecuencia de la pandemia causada por el nuevo coronavirus, los incidentes de discriminación contra la población de origen chino y asiático han aumentado de forma drástica en todo el mundo. Montreal, la ciudad más grande en la provincia de Quebec, no escapa a esta situación.

En una entrevista concedida a Radio Canadá Internacional, la directora del centro comunitario Servicio a la familia china de Montreal, Li Xixi, ofreció más detalles :

Acepté dar una entrevista al periódico en francófono La Presse en abril de 2020. Hablé sobre algunas de las singulares dificultades que tuvo que enfrentar la comunidad china durante la pandemia del Covid-19. Debido a las barreras lingüísticas, algunos adultos mayores enfermos y nuevos inmigrantes no saben cómo llegar al hospital o cómo comunicarse con el personal médico. Llorando, algunas personas nos llamaron al centro comunitario, pidiendo ayuda.

Tras la publicación de este artículo, recibí un correo electrónico lleno de odio. Fue la primera vez que recibí un mensaje de este tipo en mi vida.

Ese documento era un ataque a la comunidad china. Su autor escribió: El virus vino de China. Estás en Quebec, no en la China comunista. Deberías aprender francés. Eran frases de ese estilo. Lo que hice luego fue publicar ese correo electrónico en Facebook, lo cual provocó una serie de discusiones. También hice llegar ese mensaje a la policía para que sea procesado.

Aparte de tal mensaje, también escuché de parte de miembros del Centro de Servicio a la familia china de Montreal, varios casos de incidentes de discriminación

Antes de la adopción de las medidas de confinamiento, a fines de marzo de 2020, cuando personas chinas entraban a la sección de comidas en un centro comercial en Montreal, ellas podían escuchar a la gente a su alrededor decir: el virus se acerca, y luego, veían cómo la gente se levantaba de sus lugares para alejarse.

En las granjas donde se cosechan fresas, algunas personas, al ver a los chinos, también decían: el virus está allí.

En la escuela, hay casos de niños chinos que son discriminados por niños de otros grupos étnicos, que les dicen: no puedo ser más tu amigo y tampoco puedo sentarme a tu lado.

El barrio chino de Montreal

El barrio chino de Montreal.

Foto: iStock

Desde principios del año pasado, las estatuas de leones talladas en piedra en el barrio chino de Montreal y las estatuas budistas en los templos han sido muchas veces pintarrajeadas o dañadas.

Ante estos actos de discriminación, hacemos un llamado a la comunidad china para que se una, se ponga de pies y se atreva a expresarse. También pedimos al gobierno canadiense que tome medidas específicas para resolver este problema.

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