Oscar Ramírez, un hombre recto

Nunca se desanimó, aun cuando tuvo que recomenzar su carrera de arquitecto iniciada en su Guatemala natal. Si se casaba con una quebequense, de la que estaba enamorado, podría haber acelerado su proceso inmigratorio. Se negó.

Esa línea de honestidad guía la vida de Oscar Ramírez,arquitecto, y mal no le va. Llegó en 1978 a los 18 a Montreal donde  hizo su nido familiar y profesional.  Aunque ya está pensando en volar nuevamente.   Leonora Chapman nos lo presenta.

Oscar Ramírez en 1978, a los 18 años.
Oscar Ramírez en 1978, a los 18 años. © Foto: Cortesía Oscar Ramirez.

Cuando Oscar llegó a Montreal  por segunda vez, en la primera estuvo un año como estudiante, ya llevada dos años de estudiante de arquitectura en Guatemala.   Aquí no le reconocieron equivalencias así que tuvo que “regresar” al CEGEP, el pre universitario.

Podría haber protestado, pero se dijo que su objetivo era ser arquitecto. Un año más o dos, no significaban mucho para su sueño.   Desde ese entonces  no se arrepiente del camino que recorrió. La perseverancia y la honestidad  le dieron una mano.

“Hay obstáculos en la vida, pero si se toman las cosas como se debe, la conclusión –de cualquier objetivo- es más fácil. Si lo que busca es el camino más fácil, las cosas serán más difíciles más tarde”.   Oscar Ramírez.

A los 22 años estaba en una lista de espera en la Universidad. Fue al edificio y se sentó frente a la oficina del encargado de las admisiones. Esperó en vano. Pero antes de irse le pidió al conserje que lo dejara entrar a la oficina y dejar su curriculum sobre el escritorio.  Y se fue.

Oscar con sus hermanos.
Oscar con sus hermanos. © Foto: Cortesía Oscar Ramírez.

Sin muchas expectativas, al día siguiente telefoneó a la oficina donde había estado esperando por horas, sentado.  Esta vez le respondió el encargado de admisiones. Le pidió una cita para explicarle su caso y la respuesta fue: leí su expediente, no hace falta, usted ya está aceptado!!.

Ese medio en la Universidad de Montreal  fue decisivo en su vida.  Lo enriqueció sobremanera, no solo en contenidos sino también en amistades que le ayudaron en su integración y que años más tarde trabajarían juntos en un estudio de arquitectos.

Sus hijos Miró y Alenka son “su alma”.
Sus hijos Miró y Alenka son “su alma”. © Foto: Cortesía Oscar Ramírez.

Muchos años más tarde, empezaría a acercarse a la comunidad latinoamericana.  Pero aclara con humor  que en su casa se cena la comida típica montrealense, no la de su primer país.  Y que el almuerzo….no sabe lo que es.   Pero hoy es presidente del Consejo de Administración de la Cámara de Comercio latinoamericana.

Rompió con la tradición familiar del nombre Oscar, como su abuelo, su padre y él. Su hijo se llama Miro. Habla con mucho respeto de su padre, aunque tomando distancia.

Oscar se considera frustrado porque carece de habilidad para ser artista. Trató con la pintura y con la escultura, lo que le causó una profunda decepción al darse cuenta cuan lejos estaba  de ese camino.

Su nuevo sueño ahora es ser cineasta e ir a vivir un tiempo en Moscú. Ya está estudiando el ruso, una quinta lengua. Aunque sabe que nunca dejará su pasión, la arquitectura, ni Montreal, su lugar en el mundo.

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Categorías: Sociedad
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