El movimiento por el libre acceso al conocimiento científico está cobrando cada vez más fuerza en los últimos años. Sabemos que las publicaciones científicas son la forma de presentar los resultados de la investigación en las distintas ramas de la ciencia y generalmente esas publicaciones se hacen en las grandes revistas y las revistas científicas, pero existen también una serie de pequeñas revistas especializadas que interesan a investigadores de ciertas ramas de la ciencia.
Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, al año se publican cerca de 2,5 millones de artículos científicos, de los cuales el 90% son publicados a través de editoriales que se hacen propietarias de ese material y que exigen el pago de una cuota para el acceso a su contenido y reteniendo para sí los derechos de autor. Todos estos artículos se publican en más de 24.000 revistas académicas, en su gran mayoría privadas, englobadas en más de 2.000 editoriales.
En la mayor parte de los casos es el Estado y los ciudadanos los que financian esas investigaciones por intermedio de sus impuestos. Se puede decir entonces que normalmente, los artículos científicos financiados con los fondos públicos forman parte del patrimonio de la sociedad que los financió y deberían ser accesibles a todo el mundo, pero ese no es el caso, porque las revistas científicas hay que comprarlas o hay que estar suscritos para recibirlas, dice Florence Piron, profesora en el departamento de Información y Comunicación de la Universidad Laval de Quebec y cofundadora de la Asociación Ciencia y Bien común.
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