Guillermo Rose salió de su Lima natal con su esposa en 1980, con destino a Toronto, Canadá. Hasta ese momento, todavía él no sabía del amargo sabor de la añoranza por el terruño. Todavía él no sabía que la añoranza es una piedrecita que entra subrepticiamente en el zapato con el correr del tiempo. Seguro que no lo podía saber, porque esas son cosas que aunque nos las digan, tenemos que vivirlas para que dolorosamente las podamos aprender.
Escuche
Guillermo es escritor, creador, director y organizador del concurso de cuentos Nuestra palabra. Ha publicado varios libros de cuentos y poemas, y ha ganado varios premios literarios.
El concurso de cuentos Nuestra palabra se inició en 2004 y este año entra en su décima edición ininterrumpida. La razón de ser de este concurso es difundir la lectura y la escritura de obras literarias en castellano. Además de la búsqueda y la promoción de valores literarios de habla hispana en Canadá. El concurso de cuentos Nuestra palabra permite a los escritores, consagrados o no, medirse con sus pares.
El concurso se dirige a canadienses nacidos en Canadá o no, que vivan o no en el país, pero que hablen castellano, sin importar su estatus migratorio. Para participar se tiene presentar uno o varios cuentos en castellano, que es la base fundamental del concurso.
Los cuentos se recibirán hasta el domingo 30 de junio del 2013 y deben ser originales e inéditos. No pueden haber sido publicados en ningún otro libro, medio de comunicación o en Internet, y no deben estar participando en ningún otro concurso pendiente de resolución.
Los cuentos deben ser enviados de forma electrónica a concurso@sympatico.ca. Para más informaciones visite www.nuestrapalabra.ca
Se olvidaron de decirme

por Guillermo Rose
Pero nadie me dijo
de este dolor tan hondo.
Del frío
me dijeron.
De la nieve
me dijeron.
De la indiferencia bovina
me dijeron.
Pero nadie a mí me dijo
de este dolor profundo.
Del idioma
intrincado y ajeno
me dijeron.
De los platos insulsos,
sin vida,
me dijeron.
Del silencio abismal,
tan agudo que hiere,
me advirtieron.
Pero a mí nadie me dijo
de este dolor profundo.
Del abuso
con disfraz de sonrisa,
me dijeron.
Del mejor estándar de vida
me cantaron.
El dólar que yo soñaba
me endiosaron.
Pero nunca me advirtieron
de este dolor tan hondo.
De que del baile me olvide
me rogaron.
Y del inglés de mis hijos,
sugirieron.
De los días más estables
se ufanaron.
Pero ninguno,
ninguno me dijo
de este dolor
profundo.
Y es que del frío
me abrigo,
de la nieve me protejo,
el idioma lo comprendo,
la comida la soporto,
al silencio
yo lo alegro,
con el abuso convivo,
la burguesía digiero,
el dólar es mi sirviente
y bailo donde yo quiero.
Pero nunca me dijeron
de este puñal afilado
que en la noche,
y en el día
me punza cruel el costado.
Ese dolor agobiante,
de añorar la tierra mía
que en lugar de pasar, crece
cual crece esta lejanía.
Por razones que escapan a nuestro control, y por un período de tiempo indefinido, el espacio de comentarios está cerrado. Sin embargo, nuestras redes sociales siguen abiertas a sus contribuciones.