Annel Samra quien fue expulsado de su equipo, el año pasado, por llevar el turbante.

Aneel Samra quien fue expulsado de su equipo, el año pasado, por llevar el turbante.
Photo Credit: PC/Ryan Remiorz

El turbante de la discordia en el fútbol de Canadá

“Métale religión al asunto y verá como se desbarata en cinco segundos” decía un viejo líder indígena del pueblo zenú, al norte de Colombia. Esa reflexión se quedó para siempre en mi cabeza y me ha salvado de discusiones innecesarias et interminables.

En los últimos días, una decisión sobre los equipos o accesorios que pueden portar los jugadores de fútbol en las canchas, tomada por la Federación de Fútbol de la Provincia de Quebec, terminó en un debate político-religioso y nacionalista que nadie hubiera sido capaz de imaginar hace una semana.

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La Federación decidió prohibir el uso del turbante en los partidos que se jueguen en la provincia alegando que está aplicando la ley cuarta de la FIFA sobre lo que pueden portar los jugadores en el terreno. La justificación comenzó con el discurso de proteger a los jugadores.

El problema es que lo que seguía después aseguraba que como no había estudios ni análisis que probaran que los turbantes no representaban un riesgo, era mejor prohibirlos. Esa decisión comenzó a ser percibida, por algunos sectores de la opinión, como algo que tenía un tufillo de abuso y discriminación.

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© ici.radio-canada.ca

Simple: Como no hay estudios que prueben que utilizar camisetas azules no es malo para la vista de los jugadores, entonces ¡prohíban usar las camisetas azules!!!

La Asociación de Fútbol de Canadá salió rápidamente al paso de la historia y recordó que el uso del turbante estaba permitido, que se usaba en todo el país y que no se podía prohibir en Quebec. Pues bien, en lugar de revisar la táctica y buscar una forma de habilitar a sus delanteros para que el partido se ganara sin que nadie saliera lesionado, la Federación de Quebec decidió contestar la autoridad de la Asociación que reúne todas las federaciones del país y se ganó una tarjeta amarilla y una suspensión automática.

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©  iStock

Así fue como comenzó “La batalla del turbante” en la que rápidamente se mezclaron los políticos y los religiosos. Es increíble que un debate sobre accesorios deportivos, que habría podido ser debatido en privado, se hubiese convertido en un debate religioso-político-deportivo. Hasta los independentistas encontraron un huequito en la discusión para señalar que la decisión de suspensión de la Federación Quebequense de Fútbol, por desacato, era una demostración más de los abusos de los canadienses anglófonos contra la minoría francófona.

En resumen, lo que debía ser un debate simple se convirtió en un verdadero rompecabezas para la sociedad y se volvió al viejo discurso de: “Como somos una nación laica, ninguna religión nos impone cosas y el turbante es un símbolo religioso y si no se prohíbe, dejamos que las religiones nos dominen y decidan por las mayorías, etc”.

El problema es que no se trataba de religión, ni de política, ni de nacionalismos, ni de independentismo ¡se trataba de fútbol!

Categorías: Sociedad
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