Barack Obama reconoció por primera vez ayer que la reforma de la inmigración tenía pocas chances de ser adoptada en la Cámara de Representantes antes del fin de la actual temporada parlamentaria, en agosto.
“No creo que lo podamos hacer antes de las vacaciones de agosto”, declaró el presidente estadounidense en una entrevista otorgada a cadenas de televisión hispanas. El Partido Republicano, dijo, necesita tiempo para vencer su temor con respecto a la seguridad en las fronteras y a los cambios demográficos.
El proyecto de ley, que prevé entre otras cosas otorgar la nacionalidad estadounidense a varios millones de indocumentados, fue adoptado a finales de junio en el Senado. El presidente juzgó que la Cámara tenía ampliamente el tiempo de estudiarlo, pero los diputados republicanos decidieron presentar sus propios proyectos bajo la forma de propuestas de leyes distintas, en vez de un dispositivo único.
Barack Obama, que hizo de la reforma de la inmigración una de sus prioridades durante su segundo mandato, juzgó esta forma de proceder peligrosa, aunque no especuló sobre las consecuencias de un eventual fracaso.
“Hay una tendencia, me parece, a dejar para más tarde lo más difícil, y si el postre llega antes que la comida, en todo caso, en lo que respecta a mis hijas, suele suceder que no se coman las verduras”. Barack Obama, que insiste sobre la regularización de los indocumentados.
“Para mí no tiene sentido hacer el esfuerzo de mejorar el sistema, lo que se hace una vez por generación, y dejar en suspenso el estatus de 11 millones de personas”, agregó el presidente estadounidense.
Numerosos republicanos se muestran hostiles a esta medida, que ellos comparan a una amnistía de los transgresores de la ley sobre la inmigración.
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