La sénatrice Pamela Wallin à Ottawa

La senadora canadiense Pamela Wallin, envuelta en un escándalo de cobros indebidos al Estado.
Photo Credit: PC / THE CANADIAN PRESS/Sean Kilpatrick

La cultura del privilegio

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El creciente escándalo de senadores conservadores y liberales que hicieron cobros indebidos al estado canadiense ha causado una ola de indignación en el país.

Un editorial en la prensa canadiense,  escrito por Josée Boileau en las páginas de Le Devoir de Montreal, es la prueba de que las acciones de algunos senadores canadienses han ofendido a buena parte de la población.

Bajo el título “Los privilegiados” Boileau escribe que la senadora Pamela Wallin se suma a la creciente lista de senadores canadienses que han sido sorprendidos con las manos en la masa, es decir, con las manos en los bolsillos de los contribuyentes canadienses, al cobrar el reembolso de gastos injustificados.

La gravedad de los actos de la senadora hizo que el caso sea enviado para su investigación a la Policía Federal.

Por su lado Pamela Wallin se defiende, argumentando que el informe de auditoría llevado a cabo por la firma contable Deloitte es “fundamentalmente  erróneo e injustificado”.

¡Qué descaro!, dice la editorialista de le Devoir, añadiendo que el caso de la senadora Wallin queda demostrado en un centenar de páginas de un informe donde abundan los detalles del abuso cometido.

Si hay un error, está en la manera en la que la senadora se burló de las reglas que debería haber respetado, llegando inclusive a modificar las entradas en su agenda para camuflar algunas de sus actividades.

En cuanto a la injusticia que la senadora dice sufrir,  la editorialista Josée Boileau aclara que la verdadera injusticia es la ejercida por sus actos contra los ciudadanos canadienses.

Abundan los ejemplos: pedir el reembolso del costo de billetes de avión para participar en las actividades de la campaña electoral de los conservadores  del primer ministro Harper, quien la nombro en 2009.  Pedir el reembolso de billetes de avión para asistir a las múltiples reuniones de consejos de administración de empresas de las que ella hacía parte, donde la senadora Wallin cobraba al mismo tiempo cientos de miles de dólares a esas mismas compañías como remuneración.

La senadora Wallin justificó esos gastos, y otros más, como “actividades de desarrollo de contactos”, o cenas privadas, como si fueran actividades senatoriales, cuando en realidad no lo eran.

Entre 2009 y 2012, la senadora Wallin le cobró al Estado canadiense un promedio mensual de 11.800 dólares por este tipo de gastos.

No se puede meter a todos los senadores en un mismo saco, dice la editorialista de Le Devoir, pero está claro que el Senado canadiense está corroído por una cultura del privilegio.

Tal fue la descripción de la situación por parte del partido oficial en la oposición, el Nuevo Partido Democrático.

Los responsables en este caso son muchos, continúa Josée Boileau en las páginas de le Devoir, empezando por la propia Pamela Wallin, ex periodista que nunca dejó de considerarse como una estrella, está el laxismo anacrónico del propio Senado canadiense, y también está el propio primer ministro Stephen Harper.

El líder conservador multiplicó los nombramientos senatoriales partidistas de personas a las que sólo les interesaba darse la gran vida a costa de los canadienses.

Aunque Harper trate de lavarse las manos castigando a aquellos que entre sus filas han cometido fallas, esta situación revela una falla moral del propio Primer Ministro. Y lo peor es que sus propios partidarios lo saben, concluye diciendo la editorialista Josée Boileau en las páginas de Le Devoir de Montreal.

Categorías: Economía, Política, Sociedad
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