El anuncio hecho por el primer ministro de Canadá, el conservador Stephen Harper, de postergar por seis semanas más la reanudación de labores del Parlamento canadiense, lo que oficialmente se conoce como una prorrogación parlamentaria, ha causado una oleada de reacciones negativas, tanto de parte de la oposición oficial como de una parte de la ciudadanía.
Según el líder neodemócrata Tom Mulcair, con esta decisión el primer ministro Harper demuestra una vez más su falta de respeto a una institución democrática como es el Parlamento, ya que con esta postergación el gobierno rehuye la responsabilidad de dar respuestas sobre el escándalo de cobros indebidos en el Senado canadiense.
La prensa canadiense se hizo eco de esta decisión. El periódico de circulación nacional, The Globe and Mail, cuyo comité editorial apoyó la reelección de Harper, publicó un editorial este 21 de agosto con el título “Los caprichos de un prorrogador en serie”.
Según el Globe and Mail, el anuncio del primer ministro Stephen Harper de prorrogar el actual período de sesiones del Parlamento y retrasar el regreso de la legislatura hasta mediados de octubre es una acción frustrante y desagradable.
Es verdad que Harper se ha acostumbrado a hacer uso de la prerrogativa real de prorrogar el Parlamento, pero las circunstancias actuales no justifican semejante decisión, que tiene el olor de la conveniencia política.
Repetimos lo que dijimos antes, dice el editorial del Globe and Mail: el Parlamento no debe permanecer cerrado por un simple capricho del primer ministro.
Esta será la tercera vez que el primer ministro Stephen Harper acudió a ver al Gobernador General a pedir el consentimiento real para poner fin a una sesión del Parlamento, lo cual lo convierte en una especie de prorrogador en serie.
En los tiempos modernos, ningún otro primer ministro canadiense ha recurrido a la prórroga con tanta frecuencia como el actual.
Harper utilizó este recurso por primera vez en 2008, cuando temía que la oposición se aprestaba a derrotar a su gobierno minoritario mediante una moción de confianza que habría llevado a unas elecciones federales.
Lo hizo de nuevo en 2009, cuando, a la cabeza de un gobierno todavía minoritario, quiso blindar a su gobierno de las preguntas de la oposición sobre la detención de afganos.
El argumento de Harper para prorrogar el parlamento por tercera vez es más sólido. Su gobierno mayoritario se encuentra a mitad de su mandato y quiere restablecer sus prioridades mediante un Discurso del trono.
En circunstancias normales, esta prorrogación no causaría preocupación, incluso habría sido de esperar. Sin embargo la reputación del primer ministro le precede.
Una vez más un escándalo potencialmente destructivo roe la credibilidad de su gobierno: los gastos indebidos en el Senado y el misterioso pago de 90.000 dólares hecho por Nigel Wright, ex jefe de gabinete de la Oficina del Primer Ministro, al senador Mike Duffy para que reembolse cobros indebidos.
Harper pudo haber dejado que el actual período de sesiones continúe hasta diciembre y luego prorrogar el Parlamento, lo que le habría permitido regresar en enero con una nueva agenda. Pero él optó por no esperar.
El resultado de esta postergación será el retraso de las labores parlamentarias por otras seis semanas.
Seis semanas en las que el Parlamento podría haber abordado temas como los escándalos del Senado, además de problemas de vital importancia para Canadá y los canadienses: el proyecto del oleoducto Keystone XL, el posible ingreso del gigante estadounidense Verizon al mercado de teléfonos móviles en Canadá, la recuperación económica, el tratado de libre comercio con Europa y la crisis en Egipto.
El anuncio de Harper de prorrogar las actividades parlamentarias significa el debilitamiento del Parlamento y del rol de los diputados. También significa un poder ejecutivo dominante.
Como hemos dicho, señala el editorial del Globe and Mail, los canadienses no eligen a un primer ministro, eligen a sus diputados para que formen un gobierno y luego le piden cuentas al primer ministro y a su gabinete.
El creciente uso de la prórroga parlamentaria por simple conveniencia política es una inversión del flujo y del funcionamiento de las instituciones de poder en Canadá.
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