En nuestra crónica dominical esta semana continuaremos hablando de la superconductividad. En una crónica anterior habíamos hablado del descubrimiento de esa capacidad intrínseca que tienen ciertos materiales para conducir la electricidad sin resistencia y sin pérdida de energía, en determinadas condiciones. Decíamos además, al final de la primera crónica, que en 1986 algo extraordinario se produjo y provocó una gran revolución en el mundo de la física que se extendió por todo el planeta.
Se produjo lo que el profesor Louis Taillefer, llama “una verdadera revolución científica”, cuando dos físicos suizos Alex Muller y Georg Bednorz descubrieron en Zurich una nueva familia de materiales compuestos a base de cobre y oxígeno u óxidos de cobre o cupratos, que a la sorpresa de todos se convierten en superconductores a temperaturas netamente superiores a todas las anteriormente vistas.

Túnel con muros en código binario azul. Imagen del Instituto Canadiense de Investigación Avanzada (CIFAR por sus siglas en inglés)
Y esa síntesis, esa alquimia de los tiempos modernos, fue refinada por un equipo de investigadores de Vancouver, Columbia Británica, que se convirtió en el mejor fabricante de cristales de esos cupratos. En 2007, los investigadores canadienses dan otro gran salto, penetrando hasta el corazón de las propiedades cuánticas del electrón.
Algo completamente al exterior de todas las teorías existentes en ese momento, que puso en evidencia, que no solo esos materiales son supraconductores, sino que existe otra cosa, otra transición casi simultánea a la supraconductividad, donde se ocultaban las respuestas a las grandes interrogantes de los científicos en ese momento.
Escuche la semana próxima la conclusión de esta serie de tres reportajes sobre la historia de los supraconductores.
Tomado del programa de cultura científica de Radio Canadá, Les années lumières.
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