La Casa Blanca ordenó ayer el cierre parcial de los servicios del Estado federal estadounidense privado de presupuesto, algo nunca visto desde hace 17 años, debido al resultado de tres años de divisiones entre el Congreso y Barack Obama.
Es la primera vez desde el invierno de 1995-1996 que ocurre una situación parecida y que puede poner a un millón de funcionarios en desempleo técnico.
El Congreso, dividido entre una Cámara de representantes mayoritariamente republicana y un Senado mayoritariamente demócrata, tenía hasta la medianoche de ayer para llegar a un acuerdo sobre un presupuesto, aunque fuer provisional, pero ningún compromiso fue posible.
Presionados por su ala derecha, los republicanos insistían por incluir en la Ley de finanzas una cláusula que retardaba la instauración de la reforma del seguro médico, el emblemático “Obamacare”, intocable para el presidente y los demócratas.

Todo el día de ayer, los republicanos enviaron al Senado un texto de financiamiento enmendado, incluyendo el informe de aplicación de la reforma de la salud antes de proponer, un poco antes de la hora límite, la creación de una comisión de negociación bipartita. Pero el jefe de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, rechazó la proposición y se negó a negociar “con una pistola apuntándole a la cabeza”.
Al final de la tarde de ayer, el presidente Obama se dirigió a los periodistas para evocar las consecuencias de un cierre de servicios federales y denunciar, una vez más, la actitud de los republicanos, presionados según él por “su ala de extrema derecha”, una alusión al movimiento ultraconservador del Tea Party, que hace campaña desde hace 3 años contra el presidente, su reforma del sistema de salud y el gobierno federal.
Lo que está en juego en términos políticos es particularmente importante para el Partido republicano, que intentará tomar el control del Senado el año próximo. Los sondeos muestran que serán ellos, más que los demócratas, los que serán señalados como responsables de la situación actual.
Barack Obama quiso, delante de los periodistas, calmar a la población declarando que en caso de “una parálisis” (shutdown), la oficina de correos seguirá funcionando, las prestaciones sociales para los pobres y las personas de edad seguirán siendo entregadas, pero el advierte que un cierre de los servicios gubernamentales tendrá “un impacto económico muy real sobre todo el mundo”.
Dirigiéndose a los republicanos, el presidente Obama dijo que la reforma del sistema de salud entrará en vigencia tal como previsto este martes, poco importan las tentativas de la oposición.
La Casa Blanca tomó medidas para tener a su disposición el mínimo de efectivos necesario para asegurar el funcionamiento de los organismos esenciales como el Consejo de Seguridad Nacional.
El programa del presidente podría ser perturbado, ya que Barack Obama debe emprender el sábado una gira de una semana por 4 países asiáticos.
Si esta gira se lleva a cabo, el cierre de los servicios federales durará hasta el voto de una nueva Ley de finanzas por el Congreso, lo que podría tomar varios días, e incluso, varias semanas. La parálisis precedente se produjo bajo la presidencia del presidente Bill Clinton, del 16 de diciembre de 1995 al 6 de enero de 1996 y dejó cesantes, en un desempleo técnico, a unos 800.000 funcionarios federales.
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