Bill De Blasio, el demócrata elegido este martes para dirigir la metrópolis más carismática de Estados Unidos, es un hombre de izquierda que en una época visitó y defendió la Nicaragua sandinista.
El hombre de 52 años, de pelo canoso cuidadosamente cortado y pulcro vestir, poco recuerda al joven desgarbado de barba y melena alborotada que en los años 80, se unió a un grupo de apoyo a la revolución sandinista en un Estados Unidos que bajo Ronald Reagan financiaba en esos momento a la contra nicaragüense.
El entonces veinteañero De Blasio viajó a finales de la década de los 80 a Nicaragua para distribuir alimentos y medicinas. El nuevo alcalde de la Gran manzana nunca ha ocultado su pasado de izquierda, que aunque más moderado, ahora se define como un “progresista liberal.
Entre el final de sus estudios universitarios y su primer empleo público en el equipo del primer alcalde negro de Nueva York, David Dinkins (1990-93), tuvo lugar esa “admiración sandinista” recordó el diario The New York Times a finales del mes de septiembre.
Bill De Blasio trabajó entre 1987 y 1988 para el Quixote Center, un grupo de justicia social con sede en Maryland, que en esos momentos organizaba envíos de ayuda a Nicaragua.

La revelación de este pasado de una izquierda a menudo demonizada en Estados Unidos no fue bien recibida por muchos medios del país que también se hicieron eco en las últimas semanas de “otros pecados imperdonables” para los sectores más conservadores, como su luna de miel con su esposa afroamericana y también activista social, Chilane McGray, en La Habana en 1994.
El artículo del Times resaltaba también que hoy en día De Blasio “es crítico con la represión de los sandinistas a disidentes, pero que dice que ha aprendido de ese tiempo en el que trataba de ayudar al país centroamericano”.
“Mi trabajo se basaba en intentar crear un mundo más justo e inclusivo” porque “tengo un deseo activo de mejorar la vida de la gente”, dijo De Blasio al diario neoyorquino. Un deseo que ahora podrá cumplir en una de las ciudades más fascinantes pero también más desiguales de Estados Unidos.
Elcomercio.com/Mundo
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