En la provincia de Quebec, del 6 al 16 de noviembre, se llevan a cabo las Jornadas quebequenses de la solidaridad internacional.
El lema escogido para esa ocasión, Faut se parler. Hay que conversar, busca promover un amplio diálogo en toda la provincia con miras a la creación de una agencia provincial de cooperación y desarrollo internacional.
Bajo el gobierno conservador del primer ministro Stephen Harper, la ayuda internacional canadiense al desarrollo ha sido modificada de modo radical.
Según Marie Brodeur Gélinas, encargada de programas en la AQOCI, tras la desaparición de la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional, la principal entidad federal en el área, Ottawa quiere que la ayuda internacional sirva para fortalecer las operaciones de las empresas canadienses en el extranjero.
La AQOCI es la Asociación Quebequense de Cooperación Internacional, entidad que reúne a 64 organizaciones de cooperación internacional, establecidas en 11 regiones de Quebec, que trabajan tanto en el extranjero como en el país en la promoción del desarrollo sostenible y humano.
El trabajo AQOCI busca erradicar las causas de la pobreza y construir un mundo basado en los principios de la justicia, la inclusión, la igualdad y el respeto de los derechos humanos.
Para Marie Brodeur Gélinas, el movimiento canadiense de cooperación internacional enfrenta varios desafíos. Uno de ellos es que no hay una voluntad de transparencia de parte del gobierno federal en la gestión del desarrollo y la cooperación internacional. Esto se manifiesta, según ella, en la falta de comunicación con las organizaciones de la sociedad civil que trabajan en el sector.
Otro desafío es el clima de temor instaurado por el gobierno federal, que ahora vigila de cerca las actividades de los organismos de desarrollo internacional que cuentan con un registro de organización de beneficencia, lo que les permite recibir donaciones que a su vez sirven para reducir los impuestos de quienes donan a estos organismos.
Marie Brodeur Gélinas describe que los organismos canadienses de cooperación ahora tienen miedo de perder su registro de organización de beneficencia, lo que les privaría de financiamiento, si se atreven a criticar las acciones del gobierno canadiense o las empresas canadienses que operan en los países en vías de desarrollo.
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