La Organización de Naciones Unidas, ONU, lanzó, hoy, un llamado a la comunidad internacional para reunir 300 millones de dólares para ayudar a la población filipina afectada por el tifón Haiyan.
Según la ONU, ese dinero debería ser aportado rápidamente para entregar refugios, agua potable, comida y ayuda médica a los cientos de miles de damnificados por el fenómeno natural.
Valérie Amos, jefe de operaciones humanitarias de la ONU, fue quien pidió la ayuda internacional haciendo referencia a las cifras preliminares que aseguran que, sólo en la ciudad de Tlacoban, capital de la provincia de Leyte, unas 10 000 personas perdieron la vida.

Esta mañana, la Unión Europea anunció una ayuda adicional de 14 millones de dólares, que se une a los 4 millones de dólares ofrecidos ayer. Una parte de esa donación servirá para restablecer las infraestructuras de acueducto y alcantarillado, las redes eléctricas y los servicios sanitarios de las zonas devastadas por el tifón.
Una treintena de países, entre ellos Canadá, se están movilizando para ayudar a los filipinos. El gobierno canadiense anunció, ayer, el envío de un equipo de 35 a 50 socorristas militares y prometió donar 5 millones de dólares a las Organizaciones No Gubernamentales y crear un fondo de ayuda.

Estados Unidos, por su parte, envió el portaviones George-Washington con 5000 hombres a bordo y más 80 aeronaves. La flota llegará, hoy, frente al archipiélago. Además, la agencia humanitaria estadounidense, USAID, anunció una donación de 20 millones de dólares para la ayuda de emergencia.
El organismo internacional humanitario Médicos Sin Fronteras también partica del esfuerzo de ayuda y envió 329 toneladas de medicamentos, carpas y productos de higiene.
La zona afectada sigue desconectada del resto del país
En el terreno, los militares y los socorristas filipinos tratan de avanzar, con muchas dificultades, en las tareas de búsqueda y rescate y en la entrega de ayuda a los damnificados que habitaban las zonas devastadas por el tifón Haiyan.
Según los especialistas, el fenómeno natural tenía un tamaño dos veces superior al del huracán Katrina que golpeó Estados Unidos, dejando muerte, destrucción, damnificados y heridos, en el 2005.

Cuatro días después del paso del tifón, las islas de Leyte y Lamar, las más afectadas, siguen desconectadas del resto del país debido a que no hay rutas, ni puentes, ni puertos, ni aeródromos en buen estado.
Desesperados, miles de filipinos tratan de abandonar la zona afectada a bordo de aviones militares que tiene como misión prioritaria evacuar a los heridos, los ancianos y los niños.
Piquetes de soldados fueron desplegados en el aeródromo militar para controlar a la gente que trata de embarcarse, como sea, en los vuelos de evacuación hacia la capital.
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