Para muchos, este humilde jesuita tiene grandes planes para la institución de la Iglesia católica, planes que tienen repercusiones en Canadá.
El pasado domingo, que fue el cuarto domingo del adviento, el Papa Francisco se presentó ante los miles de creyentes reunidos en la plaza de San Pedro, en Roma, la última de las misas previas a la celebración del nacimiento de Jesucristo y la Navidad.
Francisco está en el cargo de sumo pontífice desde hace solo ocho meses. Sin embargo, ya ha sido elegido como personaje del año por revistas como Time y The Advocate, o El Defensor, la revista de la comunidad gay más antigua en Estados Unidos, lo cual es un enorme contraste con el papa anterior, Benedicto XVI, un ferviente conservador y amante de los lujosos zapatos rojos.
Paul André Durocher es el arzobispo de la ciudad de Gatineau, en la provincia francófona de Quebec. Él es el presidente de la Conferencia canadiense de obispos católicos. Él dice que lo que a la gente le gusta del nuevo Papa es su estilo relajado y poco complicado, que es una persona humilde.
Por su parte, Catherine Clifford, directora de estudios superiores y profesora de Teología en la Universidad de Saint Paul, en la capital Ottawa, dice que al escoger este papa, el Colegio de Cardenales eligió de manera específica un comunicador eficaz.
Ella añade que el nuevo papa no ha modificado ninguna de las doctrinas establecidas de la Iglesia católica. Todo lo que está haciendo es ponerles un rostro nuevo.
La gran pregunta para el 2014 es saber si estos cambios de actitud en la manera de actuar del Papa serán suficientes como para contener la paulatina erosión de la fe católica en América del Norte, erosión que ya dura décadas, y que va empujado a los creyentes a los brazos de las iglesias protestantes.
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