En nuestra crónica dominical esta semana vamos a hablar de los sueños premonitorios. El mundo de los sueños ha sido objeto de muchos estudios por parte de neurólogos y científicos. Entre ellos podemos contar entre otros a Ernest Hartmann, Carl Jung y Sigmund Freud.
Ya en la antigüedad, existían creencias de que los sueños predecían sucesos futuros y se inventaron métodos complicados para interpretarlos. Se cuenta que el faraón Tutmosis IV, en los años 1450 antes de Cristo, tuvo un sueño premonitorio lo suficientemente importante como para que fuera esculpido en una lápida que se erigió frente a la Gran Esfinge de Giza.
Hace entonces cerca de 3500 años, Tutmosis IV se quedó dormido a la sombra de la colosal cabeza de la esfinge de Giza -la única parte que no estaba cubierta por la arena- y soñó que la esfinge le hablaba y le pedía de librarla de la arena que la oprimía.

Durante el primer año de su reinado, ordenó quitar toda la arena que la cubría y dejar la esfinge completamente a descubierto. Aunque no se sabe a ciencia cierta la fecha exacta del nacimiento y la muerte del faraón Tutmosis IV, se sabe que su reinado fue largo y fructífero para Egipto.
Pero nada mejor que la implacable lógica matemática para presentarnos un punto de vista distinto, por no decir más pragmático, sobre los sueños y en particular sobre los sueños premonitorios. Esos sueños que de alguna forma predicen el futuro y describen un acontecimiento que se debe producir un día o dos días después. Stéphane Durand, profesor de física y miembro del Centro de Investigación Matemática de la Universidad de Montreal, dice que los sueños premonitorios no existen y que se trata simple y llanamente de la ley del azar y de los grandes números.
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