Como los Juegos Olímpicos de Invierno acaban de arrancar en Sochi, Rusia, aprovechamos la ocasión para comenzar esta semana en nuestra crónica dominical una serie de tres reportajes sobre el dopaje deportivo.
Bueno, como ya sabemos, quien dice Juegos Olímpicos dice deporte de alto nivel y quien dice deporte de alto nivel, dice dopaje. Y yo no soy el único en hacer esa ecuación, muchas personas la hacen, y por esa razón se encuentran en el centro de la lucha contra el dopaje que se hace desde las últimas 3 décadas.
Vamos a comenzar esta historia del dopaje deportivo en 1904 durante un maratón en el que uno de los participantes se dopó delante de todo el mundo. Esto sucedió durante las terceras olimpiadas de la era moderna en Estados Unidos. Este no fue quizá el comienzo del dopaje en el deporte, pero es el primer evento que se ha podido documentar.

A finales de la década de los 60 comienzan los controles más estrictos. La reglamentación fue más severa. Y a ese nivel hay que felicitar a Francia, dice Christianne Ayotte, Directora del Laboratorio de Control del Dopaje en el Instituto Nacional de Investigación Científica Armand Frappier, de Montreal.
Las federaciones de fútbol se implicaron también. Los primeros controles comenzaron tanto en ciclismo como en el fútbol, pero desafortunadamente, dice la experta, eran de una temible ineficacia. Pero por lo menos tuvieron un cierto poder de disuasión.
En ese momento las pruebas de control permitían solo controlar los estimulantes y algunos narcóticos, como la heroína y la morfina.
La semana próxima hablaremos de uno de los casos de dopaje más célebres en Canadá, el del velocista Ben Johnson en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988.
Tomado del programa de cultura científica de la radio francesa de Radio Canadá, Les années lumières.
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