Gustavo Ferreyra (izq) y José Luis Estéves
Photo Credit: Serge Demers

Argentina y Canadá comparten ciencia marina y mucho más

El mar es hábitat de miles y miles de especies, muchas todavía desconocidas. También guarda sus secretos. Sin embargo algunos de ellos podrían ser revelados gracias a una expedición oceanográfica conjunta, la primera, entre instituciones canadienses y argentinas,  en el golfo San Jorge. Con el objetivo de generar conocimiento en ese lugar, el barco científico Coriolis II alberga durante todo el mes de febrero  a biólogos, geólogos, físicos y químicos de ambos países.

Sobre esta misión científica conversamos con Gustavo Ferreyra, coordinador científico por Canadá del Coriolis II

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El Golfo San Jorge, Argentina © Google map
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Recientemente llegó al Puerto de Buenos Aires el buque científico Coriolis II, y ya se encuentra en el  Golfo San Jorge cumpliendo con los objetivos  de la investigación que consiste en realizar tareas de relevamiento de carácter oceanográfico, geofísico y geoquímico durante el verano de 2014 para conocer el funcionamiento y el estado de salud del ecosistema del golfo San Jorge.

El Golfo San Jorge es un ambiente marino abierto al Océano Atlántico, ubicado en la región central patagónica, entre 45 y 47 grados de latitud sur, en una extensa zona compartida geográfica y jurídicamente por las provincias de Chubut y Santa Cruz.

También  es una ruta de paso de los buques de trasporte de hidrocarburos: por allí transita el 50 por ciento del petróleo que se produce en el país. Pero además, la zona es una área potencial de explotación offshore y conocer el ecosistema resulta una herramienta importante para el manejo de las situaciones que allí se pueden generar.

Es por eso que se trata de un estudio multidisciplinario  con la participación prácticamente de todas las disciplinas de la oceanografía, la física, la química, la biología y la geología.

Actualmente, los datos existentes sobre los aspectos del ecosistema del Golfo San Jorge se encuentran fragmentados y no existen modelizaciones que permitan analizar el funcionamiento profundo del Golfo. A partir de este proyecto de investigación se podrá contar con datos reales y definitivos para evaluar distintos aspectos, como los que hacen a la producción de vida, el significado de la pesca para toda la región, lo que tiene que ver con la producción de maricultura, permitir un plan de gestión respecto a las cuestiones ambientales y la exploración de energías marinas.

Un equipo de investigadores de lujo

El profesor Gustavo Ferreyra es el líder de este proyecto y Jefe de Misión del componente oceanográfico de esta investigación que reúne a una quincena de investigadores de la Universidad de Quebec en Rimouski y del Instituto Maurice-Lamontagne (MLI). Su colega José Luis Esteves, quien es investigador del CONICET, es por su parte, el jefe científico argentino.

Titular de la Cátedra de Investigación de Canadá en geología marina, el profesor Guillaume St-Onge es responsable y Jefe de la Misión del aspecto geológico con su colega argentino Miguel Haller. Unos treinta investigadores de diez instituciones de Argentina participan en esta misión. «En raras ocasiones una misión científica internacional ha movilizado a tantos investigadores «, Serge Demers, asesor científico en la investigación.

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Serge Demers, ex director del ISMER, Institut des sciences de la mer de Rimouski,Gustavo Ferreyra, jefe de misión. Profesor e investigador en ecología del Fitoplancton en el ISMER, Ariane Plourde, actual directora del ISMER © Serge Demers

El coordinador canadiense

Gustavo Ferreyra es doctor en Oceanografía y coordinador científico por Canadá del Coriolis II. Cuando conversamos con él,  se encontraba navegando por la región patagónica a unas 200 millas de la costa, a bordo del Coriolis II el buque de investigación de la Universidad de Quebec en Rismouski.

La primera etapa de la misión estudiará el denominado “agujero azul”, a unos 300 kilómetros de la costa, donde existe una gran diversidad biológica y riqueza pesquera; la segunda será dedicada a la física de la región sur, donde hay mucha marea relacionada con la producción pesquera, en la que se observará durante 48 horas cómo se comportan los organismos; la tercera etapa consistirá en el relevamiento del bentos, la comunidad de especies del fondo marino; y la cuarta, a cargo del grupo de geología y geofísica, relevará la topografía del fondo, la variación de los campos magnéticos y la composición sedimentaria del suelo.

¿Cuál es el interés de Canadá en este proyecto?

“El interés del punto de vista canadiense es bastante claro. La zona que vamos a recorrer es un golfo que está potencialmente sometido a la explotación petrolera. Nos interesa saber qué es lo que va a pasar si viene una explotación petrolera al golfo San Lorenzo, en Quebec.  De manera que este estudio nos va a permitir  tener un nivel de entrenamiento y de conocimiento de potenciales eventos, de  cómo reaccionan entre ellos, así como estudiar la estructura del ecosistema a fondo”. Gustavo Ferreyra

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Gustavo Ferreyra en el Coriolis II © Serge Demers

Objetivos a largo plazo de esta cooperación científica canado-argentina

Coriolis II es una campaña oceanográfica con objetivos a largo plazo.  La misma, que se desarrollará durante un período de muchos años, fue organizada en cuatro bloques indica Gustavo Ferreyra.

“El primero, y que se está llevando a cabo es la observación en el terreno, con el Coriolis. El segundo bloque corresponde al monitoreo a largo plazo, que es una serie de observaciones planificadas para los próximos 15 años con boyas oceanográficas que son instrumentos que recopilan gran información ambiental, tanto del agua como de la atmósfera y que forman parte del observatorio global del Golfo de San Jorge similar al que existe en el Golfo San Lorenzo.

El otro compartimento es la parte experimental. Planificamos hacer una serie de estudios experimentales con un sistema que hemos desarrollado en Rimouski con los cuales vamos a estimular condiciones futuras de temperatura y eventuales episodios de contaminación.   El último bloque es la movilización”.

Pero los objetivos no se detienen allí. Esta cooperación pretende facilitar y alentar el trabajo de sus científicos, expertos en investigación y becarios, haciendo hincapié en la capacitación de los recursos humanos desde un enfoque multidisciplinario. La formación será un punto prioritario dentro de la iniciativa, para lo que se estimulará la movilidad de estudiantes argentinos y canadienses entre ambos países para realizar estudios de maestría y doctorado en oceanografía, física, química, biología y geología.

El Coriolis II

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El buque oceanográfico Coriolis II pertenece a la Universidad de Québec, institución que promueve este proyecto de investigación científica junto al Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación Argentina, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y el Gobierno de la Provincia del Chubut.

El barco tiene una eslora total de 49,95 metros y pesa unas 836 toneladas. Para su propulsión utiliza cuatro motores Deutz diesel de seis cilindros, con dos hélices de paso variables de 750 revoluciones por minuto, lo que le permite alcanzar una velocidad de 15,75 nudos. La embarcación puede albergar hasta 14 científicos a bordo.

En el buque Coriolis II viajarán permanentemente catorce tripulantes y otros tantos científicos. La nave desarrolla actividad durante las 24 horas y cuenta con un equipamiento de última generación.

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Uno de ellos es la roseta, un instrumento capaz de tomar muestras de distintas profundidades. Otro es el CTD, para medir la salinidad y la temperatura del agua; el coring, para tomar muestras de sedimentos a seis metros de profundidad, y el scanfish, capaz de tomar registros ente 200 y 900 metros de profundidad.

El costo total del proyecto es de 6,5 millones de pesos, de los cuales, el ministerio aportó más de 4,8 millones. El Conicet y la Universidad de Quebec contribuyen con recursos humanos; la provincia de Chubut también aporta fondos y Canadá, el barco oceanográfico.

 

 

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