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Los Neuro-mitos II

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En nuestra crónica dominical esta semana seguimos hablando de los neuro-mitos. Y uno de los neuromitos más propagados en el sistema educativo quebequense y quizá mundial, es el conocidísimo Efecto Mozart. Se dice del Efecto Mozart que para los niños, los bebés e incluso los bebés todavía en el vientre de su madre, el hecho de escuchar la música de Mozart, y en particular sus conciertos, puede aumentar su cociente intelectual, favorecer el aprendizaje, aumentar la creatividad y la imaginación, cuando en realidad no es cierto. ¿Pero cómo surgió ese mito?

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En 1993, la revista Nature, una de las mejores revistas científicas del mundo, publicó los resultados del estudio de la psicóloga Frances Rauscher de la Universidad de California y del neurobiólogo, Gordon Shaw de la Universidad de Wisconsin. La idea era de hacer escuchar a 36 estudiantes 10 minutos de música para relajarse, el silencio y la música de Mozart, y después se  les pasaba una prueba para medir el cociente intelectual.

El resultado fue que después de haber escuchado los 10 minutos de la sonata para dos pianos en re mayor de Mozart, los estudiantes mostraban un cociente intelectual de 111, cuando el resultado promedio es de 100.

Se publicaron  estos resultados calificándolos de extremadamente sorprendentes. Pero los científicos trataron de replicar esos resultados y nunca lo lograron. Según el profesor Normand Baillargeon, filósofo, profesor en el Departamento de Pedagogía y Educación en la Universidad de Quebec en Montreal, UQAM, ese fue un resultado aberrante no verificado que se hizo popular.

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