Las filas de calaveras y huesos humanos forman un monumento a los que murieron en la iglesia de ladrillo rojo en el pueblo de Nyarubuye, escenario de una de las muchas masacres durante el genocidio de Ruanda de 1994. Entre 800.000 y 1 millón de personas murieron en Ruanda durante un período de 100 días.
Photo Credit: Ben Curtis / The Associated Press

Cascos azules canadienses conmemoran el genocidio de Ruanda

Varios de los 13 canadienses que formaban parte de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para Rwanda se reunieron ayer en Ottawa  para conmemorar el aniversario de la masacre de Ruanda.

La matanza comenzó después que el presidente Juvenal Habyarimana murió en un accidente aéreo el 6 de abril de 1994. Al terminar,  hubo más de 800.000 personas muertas.

El trauma persiste entre los soldados canadienses

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Romeo Dallaire (derecha) y Hassan Jallow, fiscal del Tribunal Penal Internacional para Ruanda, se reunieron en Ottawa en diciembre para hablar de genocidio y crímenes contra la humanidad. Dallaire ha hecho público su lucha con el trastorno de estrés postraumático como consecuencia de sus experiencias en Ruanda. © © Patrick Doyle / Canadian Press

Se estima en un  cuarto de la población ruandesa que sigue sufriendo los efectos psicológicos del horror y los canadienses que estuvieron allí no escaparon tampoco ilesos. El mayor Luc Racine sufría de trastorno de estrés post-traumático y se suicidó en 2008.

El mayor canadiense general Romeo Dallaire encabezó la misión de paz en 1994 y pidió ayuda a Naciones Unidas que nunca llegó. La masacre y su incapacidad para detenerla lo perseguían. Después de regresar a casa, él también intentó suicidarse pero sobrevivió y llegó a escribir un libro sobre el horror. Dallaire dio el ejemplo al hablar abiertamente sobre el TEPT, el trastorno post traumático, un tema que había sido tabú en el ejército canadiense y que sigue siendo difícil de abordar.

Con Dallaire estaba el Major Brent Beardsley, quien habló sobre «… un hedor insoportable de la muerte.» Desarrolló síntomas de trauma en el año 2000, mientras formaba a otros soldados cuando los escenarios se hicieron demasiado realistas para soportarlo. «Un día al levantarme no pude ponerme las botas», dijo. «Me agaché para ponerme mis botas y no pude hacerlo más.»

Para Jean-Yves St-Denis, el encuentro con otros soldados que se encontraban en Rwanda significa poner un término.   “Recordando a los que murieron, y diciéndoles, como grupo, adiós que y ellos serán recordados «.

Categorías: Internacional, Política
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