Este lunes 7 de abril marcó el vigésimo aniversario del Genocidio de Ruanda. En ciudades canadienses como Toronto, Winnipeg y Montreal se llevaron a cabo eventos conmemorativos.
El evento que desencadenó la tragedia ocurrió el 6 de abril de 1994, cuando un avión que transportaba al presidente de Ruanda, Juvenal Habyarimana, de la etnia hutu, fue derribado.
La muerte de Habyarimana fue el pretexto para que grupos paramilitares como los Interahamwe comiencen una masacre que duró unos 100 días en los que más de 800.000 personas, la mayoría civiles de la etnia tutsi y algunos hutus moderados, fueran masacrados con machetes.
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Regine Uwibereyeho King es una ruandesa que sobrevivió al genocidio y que en el 2000 se vino a vivir a Canadá. Actualmente es profesora de trabajo social en la Universidad del Manitoba.
Ella dio una charla en la Biblioteca del Milenio en Winnipeg, en la que compartió su historia de supervivencia y habló sobre su trabajo en la prevención del genocidio.
Mientras la Universidad de Manitoba llevaba a cabo una presentación de testimonios, de paneles de discusión y una vigilia para conmemorar el día, en Montreal los estudiantes ruandeses en la Universidad McGill también conmemoraron la fecha con una vigilia este martes 8 de abril.
Ellos destacaron que el genocidio ocurrido en su país de origen no debe ser olvidado nunca.
Hace veinte años la mayoría de los estudiantes universitarios canadienses se encontraban en la primera infancia, cuando en Ruanda se desató ese genocidio en el que los fuerzas de gobierno y grupos de milicianos masacraron a machetazos a sus vecinos tutsis en un genocidio meticulosamente planificado.
Eric Moses Gashirabake, estudiante en la Facultad de Derecho de la Universidad McGill en Montreal, dice que él le debe la vida a la solidaridad de un ruandés que lo sacó a escondidas del país cuando tenía seis años.
Él dice que solamente comenzó a hablar del genocidio cuando tomó una clase en la universidad sobre derechos humanos con la profesora Julie Norman.
La estudiante en desarrollo internacional, Jackie Bagwiza, de origen ruandés, dice que ella era muy joven como para recordar lo sucedido, pero destaca que los jóvenes tienen un papel fundamental que cumplir en la Ruanda de mañana. Ella tiene planeado regresar a su país de origen una vez que acabe sus estudios.
Como todas las grandes tragedias de la humanidad, el Genocidio ruandés trajo a Canadá su cuota de inmigrantes y refugiados, quienes al compartir su memoria y sus vidas con el resto de la población, van transformando el rostro del país.
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