Hasta hace poco, los científicos habían dado por sentado que el tejido graso era pasivo e inerte, y que su única misión consistía en suministrar energía. Sin embargo, el descubrimiento en 1994 de que las células grasas (adipocitos) secretaban leptina, una hormona inhibidora del apetito, abrió los ojos a una realidad bien distinta.
Desde entonces se han descubierto decenas de sustancias que tienen su origen en estas mismas células, entre ellas algunas hormonas, factores de coagulación y moduladores de la respuesta inmune. Razón por la cual, a la comunidad científica no le ha quedado más remedio que reconocer a la grasa como un órgano endocrino complejo.

Mientras que la gran mayoría de los mortales desean eliminar a toda costa la grasa y la denigran y calumnian afirmando que es poco noble, Marie-Ève Ouellette la adora. Y ella dice que la adora porque es uno de los órganos endocrinos complejos más ricos en células madre.
Alrededor de 2% de células que se encuentran en la grasa, son células madre que tienen la capacidad de convertirse en diferentes tipos de tejidos, que se pueden dirigir, o en otras palabras, que se pueden diferenciar en diferentes tipos celulares.
Marie-Éve Ouellette es estudiante al doctorado en Medicina experimental en el Laboratorio de Organogénesis Experimental, LOEX, de la Universidad Laval de Quebec, bajo la supervisión de la doctora Julie Fredette.
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