El ex comandante guerrillero Salvador Sánchez Cerén asumió este domingo la presidencia de El Salvador con la promesa de controlar la violencia criminal y el establecimiento de un gobierno de unidad nacional que permita el avance económico del pequeño país centroamericano.
Sánchez Cerén, un maestro de 69 años de edad, es el primer mandatario surgido de las filas de la ex guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), organización que entre 1980 y 1992 luchó con las armas contra una violenta dictadura militar salvadoreña que contaba con el apoyo de Estados Unidos.
Su trayectoria de lucha por la democracia, su carácter afable y los programas sociales establecidos por su predecesor Mauricio Funes, le permitieron a Sánchez Cerén derrotar por escaso margen en las elecciones a su rival Norman Quijano, de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), partido fundado por Roberto D’Aubuisson, organizador de los escuadrones de la muerte que mataron y torturaron a miles de civiles durante los años de conflicto, incluyendo el asesinato del arzobispo Oscar Romero.
«Ejerceré la presidencia con honradez, austeridad, eficiencia y transparencia», declaró Sánchez Cerén al tomar juramento para un mandato de cinco años en una ceremonia a la que acudieron líderes progresistas de América Latina como Rafael Correa, de Ecuador, y Evo Morales, de Bolivia.
También asistieron al acto los presidentes de los países de América Central, con excepción del mandatario hondureño.
Juan Orlando Hernández no acudió en protesta por la muerte de un pescador hondureño por parte de la fuerza naval salvadoreña, en un incidente ocurrido hace algunas semanas en el Golfo de Fonseca, zona donde ambos países se disputan por la soberanía de una diminuta isla.
Sánchez Cerén recibió la banda presidencial de manos de Funes, un periodista de televisión que llevó por primera vez al FMLN al poder en 2009 aunque no era miembro del partido.
Funes fue ovacionado durante el acto de traspaso como una muestra de solidaridad a su duelo por el fallecimiento de su madre ocurrido el sábado.
Uno de los principales retos del nuevo presidente será poner freno a la rampante violencia, en momentos en que los homicidios en El Salvador llegan a un promedio de 14 por día, cifra registrada hasta antes de una tregua entre pandillas firmada en el 2012 y que había hecho caer en un 40 por ciento el número de asesinatos.
El Salvador tiene una de las tasas de homicidios más altas del mundo, detrás de Honduras, Venezuela y Belice, según las Naciones Unidas.
Sánchez Cerén también se comprometió a reactivar la economía en un país donde un 29 por ciento de los 6,3 millones de habitantes vive en la pobreza y una amplia franja de la población depende de las remesas que envían sus familiares emigrantes en Estados Unidos.
El país enfrenta una difícil situación económica, con una deuda pública que creció de 11.174 millones de dólares en el 2009 a 14.547 millones de dólares el año pasado, cifra equivalente al 55 por ciento del PIB.
La economía salvadoreña crece a un ritmo de un dos por ciento anual, el más bajo de Centroamérica.
Para poder continuar con sus programas sociales, el FMLN buscará la aprobación del Congreso para emitir bonos por 800 millones de dólares y llevar a cabo una reforma tributaria para gravar la propiedad suntuaria, las operaciones financieras y aumentar el impuesto sobre la renta.
El partido de gobierno tiene una mayoría relativa en la Asamblea Legislativa, donde enfrenta a la derechista ARENA como la principal fuerza opositora, pero podría obtener votos de partidos minoritarios.
Por otro lado el nuevo presidente se comprometió a reducir los gastos excesivos del Gobierno y aplicar una política de austeridad, por lo que decidió no habitar la residencia presidencial, siguiendo el ejemplo del presidente uruguayo José Mujica.
Sánchez también se comprometió a buscar un pacto nacional por el café y aplicar medidas para sacar a flote el cultivo, que fue golpeado en los últimos años por una severa plaga del hongo de la roya.
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