Las caras de niños pegadas contra los vidrios. Centenares de niños y adolescentes arropados con sábanas térmicas cerca de las barreras. Un olor fuerte asociado al amontonamiento de viajeros sucios en locales cerrados.
Esto fue lo que se pudo ver ayer en los locales abarrotados de la patrulla fronteriza en Texas y Arizona, donde miles de migrantes son detenidos antes de ser transferidos a otros refugios a través de todo el país.
Es la primera vez que los medios tienen acceso a estas instalaciones desde que el presidente estadounidense Barack Obama habló de una “situación humanitaria urgente”, para describir a unos 47.000 niños no acompañados que entraron ilegalmente en el país en el transcurso del último año fiscal.
Instalaciones fronterizas como la de Brownsville en Texas y de Nogales en Arizona, no fueron concebidas para mantener detenidas a personas por largo tiempo. Los migrantes deben esperar hasta que sus casos sean tratados y sean enviados a centros de detención.
Pero el número de niños que llegaron sin sus padres tomó por sorpresa al gobierno estadounidense. Los niños son mayoritariamente originarios de América Central y representan un desafío particular, porque la ley exige que la agencia de protección fronteriza los transfiera al departamento de Salud y Servicios Sociales en un plazo de 72 horas.
La red de un centenar de refugios repartidos a través de todo el país, funciona muy por encima de su capacidad desde hace meses y se ocupa de unos 7.600 niños. Los niños terminaron en las instalaciones fronterizas que desbordan desde entonces. Los servicios fronterizos comenzaron a enviar los niños por avión a Arizona, donde construirán un gigantesco centro de tratamiento cerca de la ciudad de Nogales.
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