Imagen tomada por el público en el concierto de Tony Bennett en Montreal.
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Tony Bennett en el Festival de Jazz de Montreal

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En el mundo del jazz existen artistas que deben ser vistos en la escena por lo menos una vez en la vida. Ya es tarde para ver en concierto a Dave Brubeck, por ejemplo. Una de sus interpretaciones más reconocidas, grabada en 1959, es la célebre pieza Take Five, compuesta por Paul Desmond. Antes de fallecer, en diciembre de 2012, Brubeck se había presentado en un último concierto en Canadá, en el Teatro Maissoneuve de la Plaza de Artes, en junio de 2011, interpretando esa pieza. Esto en el marco del Festival de Jazz de Montreal.

En este 2014, la trigésima quinta edición del Festival de Jazz de Montreal brindó a los melómanos la posibilidad de ver en la escena a uno de los grandes artistas del repertorio estadounidense del jazz. Se trata de Tony Bennett, monumento viviente de la música.

Ante una sala de espectáculos colmada, la Salle Wilfrid-Pelletier, con una capacidad de casi 3,000 personas, el artista nacido en el barrio de Queens, en Nueva York, puso de pie en repetidas ocasiones a un público que no cesaba de aplaudir su arte.

El hombre tiene 88 años, de los cuales por lo menos 63 años han sido vividos en los escenarios y en las salas de grabación de las distintas casas disqueras. Una de las primeras fue Columbia Records, en la que grabó uno de sus primeros éxitos en 1951, la canción Because of You.

Vestido de camisa celeste, saco color crema, corbata y pantalones oscuros, Bennett agradeció la presencia del público, explicando que su vida es cantar para la gente. En la escena, combina la palabra con las letras de sus canciones, que nadie sabe cuándo empiezan ni cuando acaban, ya que de pronto de una anécdota arranca una canción, que luego se detiene para elogiar a su baterista o al bajista, o al pianista o al guitarrista que le acompañan esta noche.

El público devora sus palabras. Pese a la prohibición explícita de no tomar fotos o filmar, no falta una persona audaz que de pronto hace estallar la luz de un flash. La seguridad se acerca rápidamente para jalarle las orejas al infractor o infractora.

En la hilera de butacas frente a la mía, una señora mayor, quizá de setenta años, grita como una adolescente ¡“Tony, I love you!”, sin duda sorprendiéndose ella misma ante semejante gesto. Y Tony, que escucha esos gritos espontáneos que vienen de la oscuridad llena de miles de espectadores, responde con un transparente “thank you”.

La música de Bennett permite vislumbrar algunos detalles de una forma de ser del estadounidense; brinda una especie de radiografía sentimental sobre lps habitantes en esta parte de América del Norte.

Sus canciones ante el público (I Left My Heart in San Francisco, Smile, Because of You, The Good Life o I Got Rythm) reflejan la transposición sentimental del mito del personaje que asciende de la miseria a la fortuna.

En ellas es constante el optimismo, la celebración de la vida, y esto de parte de un hombre que en su juventud, como soldado de infantería estadounidense, combatió de casa en casa contra las tropas de Hitler en Alemania, y que luego diría que la guerra es la primera butaca frente al infierno.

Temas recurrentes son el hombre que busca a su pareja, el hombre que pierde a su pareja y la recuerda, el hombre que disfruta el momento de salir de paseo junto a una mujer hermosa.

Tony Bennett es de alguna forma el último eslabón que conecta al público con gigantes del cine y la música, como Charles Chaplin, Fred Astaire, o el propio Frank Sinatra.

Tony Bennett, ágil a sus 88 años en el escenario, lanzando amagos de baile, con una voz capaz de llenar el inmenso escenario canadiense con una interpretación de Fly Me to the Moon sin micrófono. Se va llevándose el afecto del público canadiense. Nadie sabe cuándo volverá a esta sala de conciertos Wilfrid-Pelletier de Montreal.

Antes de marcharse del escenario, nos da una de las sorpresas mayores: invita a Lady Gaga a cantar con él. Tony Bennett la llama como una de las mejores cantantes del mundo. Ellos que han grabado un álbum, Cheek to Cheek, Mejilla a mejilla que pronto saldrá al público.

Lady Gaga recupera en la escena el aura, los colores y la inspiración de Elizabeth Taylor. Es lo menos que puede hacer para acercarse con sus 28 años al público de Bennett.

Lady Gaga, que ya se ha desgarrado un muslo en las tremendas contorsiones de la música pop, quizá está buscando en el jazz algo más duradero que un último éxito en las discotecas. Su voz es magnífica.

Quizá lo que Tony Bennett hizo en esta noche es presentarnos el momento en que una generación le pasa la riqueza de la música a una nueva camada de jóvenes lobos del jazz.

Categorías: Artes y espectáculos, Internacional
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