El canadiense Gilles Labrecque, dueño de un reluciente auto modelo 1937.
Photo Credit: Rufo Valencia

Los viejos amores de metal

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Desde que las cuatro ruedas reemplazaron las cuatro patas del caballo, el auto se ha transformado en un símbolo de libertad e inclusive de belleza. Y no hablemos de su capacidad de destruir el planeta debido a la contaminación, pero ya llegan los autos eléctricos y no contaminantes.

Más allá del lado práctico, la relación entre los seres humanos y los autos tiene una serie de representaciones en la cultura popular.

Hay autos célebres, como el primer Ford T. O como Herbie, el célebre auto Volkswagen modelo 70 que fue tema de una película de Walt Disney. También está el elegante auto gris, un Aston Martin de James Bond. Otro auto inolvidable es el «gran tiburón rojo», un Chevy Impala 1971 que es casi un personaje en la poco sobria novela del escritor Hunter S. Thompson Pánico y locura en Las Vegas. La lista de autos famosos es enorme.

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Reunión de verano de coleccionistas de autos antiguos en Montreal. © Rufo Valencia

En un barrio de Montreal, y con una espontaneidad organizada, cada jueves de verano se reúnen en el terreno de un restaurante de hamburguesas algunos coleccionistas de automóviles antiguos, que de viejos no tienen nada.

Uno de ellos es Gilles Labrecque, dueño de un reluciente auto modelo 1937. En medio de una veraniega tarde de sol y viento, él nos explica que no sólo en Cuba se conservan vehículos antiguos y que este tipo de encuentros les sirve a alimentar su pasión y sus cuidados para sus joyas de metal.

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Vehículo Ford modelo 1937, reconstruido por el amateur canadiense Gilles Lebrecque. © Rufo Valencia

Aunque sopla el viento, el día es fantástico para sacar a pasear el orgullo sobre cuatro ruedas. De todos modos, este placer no dura mucho. Apenas empieza el frío y la nieve, estos autos son guardados hasta el próximo verano.

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Auto de colección © Rufo Valencia

Viendo a la mayoría de los coleccionistas, que son ya jubilados y personas mayores, de pronto emerge la posibilidad simbólica que detrás de ese esfuerzo de mantener las antiguas máquinas en perfecto estado, hay la transposición de un deseo íntimo. Quizá al ver sus autos antiguos, relucientes como el primer día que salieron de la fábrica, sus dueños sientan el deseo de guardar todavía la lozanía de su antigua juventud, o como dice el bolero: que veinte años no son nada, o cuarenta o sesenta. Sólo ellos saben las memorias guardadas detrás de esas puertas de metal y esos volantes.

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Caja de tesoros en cuatro ruedas © Rufo Valencia
Categorías: Sociedad
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