Los combatientes sunitas del llamado Estado Islámico ampliaron este jueves su control territorial en el norte de Irak, capturando más ciudades y reforzando sus posiciones cerca de la región kurda, dijeron testigos, en una ofensiva que ha alarmado a Bagdad y a los países vecinos.
El avance se produce tras la derrota a las fuerzas kurdas por los insurgentes islamistas en los combates del fin de semana pasado en el norte del país.
El Estado Islámico, que ha declarado un califato en el territorio que controla entre Irak y Siria, se enfrentó con las fuerzas kurdas este miércoles en la ciudad de Majmur, cerca de Arbil, la capital de la zona autónoma kurda.
Según testigos, los combatientes religiosos tomaron Majmur. Sin embargo, oficiales kurdos dijeron a los medios locales que sus fuerzas seguían controlando la zona, mientras que la televisión mostraba a combatientes peshmerga circulando por la ciudad.
La ciudad mayoritariamente cristiana de Tilkaif, así como Al Kwair, fueron tomadas por los insurgentes, según testigos. En Qaraqosh, la mayor ciudad cristiana de Irak, sus habitantes prefirieron huir antes de la llegada de los combatientes islamistas.
El Estado Islámico representa la mayor amenaza para la integridad de Irak desde la invasión estadounidense y la caída de Saddam Husein en 2003. Sus combatientes y sus aliados sunitas también controlan gran parte del oeste de Irak.
El grupo ha reavivado las tensiones sectarias, llevando al país de vuelta a la guerra civil que alcanzó sus mayores niveles de violencia en 2006 y 2007, cuando Irak se hallaba sometida a la ocupación militar encabezada por Estados Unidos.
Los bombardeos, secuestros y ejecuciones han vuelto a ser la norma en Irak, país miembro del cartel petrolero OPEP. Las minorías étnicas y religiosas en las llanuras de la región de Nineveh son particularmente vulnerables.
Los avances del Estado Islámico han llevado al primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki, un chiíta, a ordenar a sus fuerzas aéreas a apoyar a las fuerzas kurdas, que tratan de contener el avance de los islamistas, que a su paso han cometido una serie de actos de barbarie, incluyendo decapitaciones en masa.
La captura de la ciudad de Sinjar, hogar ancestral de la minoría étnica yazidi, llevó a decenas de miles de personas a huir a las montañas, donde corren el riesgo de morir de hambre.
El Estado Islámico considera a los yazidis, seguidores de una antigua religión derivada del Zoroastrismo, como «servidores del diablo».
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