El primer ministro de Canadá, Stephne Harper, en la reciente cumbre de la OTAN.
Photo Credit: PC / Sean Kilpatrick

El gobierno de Stephen Harper debe responder por su decisión de enviar soldados a Irak

El pasado 5 de octubre, durante la Cumbre de la OTAN, que se llevó a cabo en Gales, el primer ministro de Canadá anunció el envío de militares canadienses a Irak, a pedido del presidente estadounidense Barack Obama.

En la ocasión Harper señaló que los riesgos que implica esta decisión no son enormes, pero son reales. Paul Dewar, parlamentario de la oposición, señaló algo evidente: que los combatientes kurdos, que tienen décadas de experiencia en combate, no necesitan aprender de los canadienses.

En un editorial publicado esta semana, el periódico Toronto Star sostiene que el Gobierno conservador ha fallado en presentar argumentos creíbles que justifiquen poner a los soldados canadienses en situación de peligro en Irak. Y tampoco ha dado mayores detalles sobre la naturaleza de nuestra misión.

¿Qué es lo que harán exactamente las tropas canadienses en las zonas de batalla en el Medio Oriente mientras el presidente estadounidense, Barack Obama, intensifica su guerra contra los yihadistas del Estado Islámico que han ganado el control en vastas zonas de Irak y Siria?

No le pidan claridad al gobierno del primer ministro Stephen Harper. Los conservadores, o bien no saben o no quieren compartir lo que saben, dice el periódico canadiense.

Al informar a los miembros del Parlamento esta semana sobre la decisión de enviar «asesores» militares canadienses a Irak, el ministro de Relaciones Exteriores, John Baird, describió la batalla contra el extremismo islámico como la «lucha más grande de nuestra generación.»

El ministro de Defensa Rob Nicholson fue más lejos, afirmando que el Estado Islámico es «una amenaza real y creciente para la propia civilización.»

Esas palabras se hacen eco de lo que dice Estados Unidos. Obama considera al Estado islámico como un «cáncer» y una amenaza más grande que Al Qaeda.

Este miércoles Obama hizo un llamado a los estadounidenses para que apoyen sus acciones contra los yihadistas, abriendo con ello otro frente en la guerra contra el terrorismo que ha guiado la política de Estados Unidos desde los ataques del 11 de septiembre de 2001.

«Estados Unidos encabezará una amplia coalición para reducir esta amenaza terrorista», dijo Obama, prometiendo que librará una campaña «constante e implacable» para «degradar y destruir en última instancia» al grupo, mediante ataques aéreos y el apoyo de sus aliados.

No se puede negar que el Estado Islámico representa una amenaza para el Medio Oriente y más allá. Sus 10.000 o más combatientes han logrado establecer un enclave sunita yihadista en gran parte del norte de Siria e Irak. Ellos han establecido un «califato» del terror caracterizado por ejecuciones en masa, crucifixiones, decapitaciones y crímenes contra otros musulmanes, otras minorías y contra los extranjeros.

Si no se los controla, serán una amenaza para los países vecinos y pueden exportar el terrorismo, dice el Toronto Star.

Sus atrocidades, en particular el asesinato de dos periodistas estadounidenses, tienen a los estadounidenses aullando por sangre y Obama está bajo presión para derramarla. Su nivel de aprobación entre el electorado es de poco más del 40 por ciento, casi la más baja.

La mitad del país considera su presidencia como un fracaso, según una reciente encuesta del Washington Post-ABC News.

Los demócratas se encuentran a la defensiva rumbo a las elecciones de mitad de mandato que se llevarán a cabo en noviembre. Etiquetado como vacilante, Obama está ansioso por demostrar que es un verdadero comandante en jefe. Y él está dispuesto a presionar a países aliados para lograrlo.

Dado el alcance de la amenaza, los canadienses tienen razón en brindar al gobierno iraquí, a los kurdos y otros grupos que están combatiendo contra los yihadistas sunitas un apoyo político, material militar y ayuda humanitaria. Pero esto no significa que tengamos que mandar tropas canadienses con urgencia a la región.

El Toronto Star ya señaló que todo esto huele a improvisación. Y eso es inquietante. Nuestra larga y costosa misión en Afganistán comenzó justamente enviando unas pocas tropas de élite para combatir contra Al Qaeda tras los ataques del 11 de septiembre. ¿Será posible que la historia se repita de nuevo?

Canadá ya está enviando aviones con armas y ayuda, y eso es lo correcto. Sin embargo, Baird y Nicholson, ministros de Relaciones exteriores y Defensa respectivamente, no lograron presentar argumentos sólidos que justifiquen poner a soldados canadienses en peligro.

Baird y Nicholson tampoco aclararon la naturaleza de la misión o cómo se combinará con otras dentro la coalición que Obama está montando apresuradamente.

Los ministros del gobierno canadiense se negaron a informar cuántos «asesores» canadienses serán enviados, ni por cuánto tiempo, rumbo a un conflicto que puede causar estragos durante varios años.

También se negaron a indicar cuáles serán sus tareas, más allá de proveer entrenamiento militar. Se negaron a explicar por qué razón las aguerridas fuerzas kurdas necesitan específicamente de asesores canadienses cuando ya están en el terreno unos 1.000 soldados estadounidenses con mucha más experiencia.

El gobierno se niega a indicar cuánto costará el envío de tropas canadienses a Irak. Tampoco indica a partir de qué parámetros se determinará si la misión es un éxito o un fracaso.

Tampoco sabemos si Harper está dispuesto a intensificar el puente aéreo, a enviar armas canadienses y municiones o aumentar la ayuda, dice el Toronto Star.

A los canadienses solo les queda adivinar a dónde llevará este camino. ¿Habrá que enviar aviones de combate CF-18 para ayudar a Estados Unidos a bombardera objetivos yihadistas?, ¿Habrá que desplegar fuerzas de combate si Washington así lo pide?

¿Existe un plan coherente?, ¿O más bien Ottawa está improvisando sus decisiones sobre la marcha? Los canadienses tienen derecho a saber. Los parlamentarios canadienses deben insistir en que el gobierno responda adecuadamente por esta decisión de mandar tropas canadienses a Irak, sostiene finalmente el editorial del periódico canadiense Toronto Star.

Categorías: Internacional, Política
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