La prensa canadiense fija su atención este lunes en la suerte de un periodista canadiense encarcelado en Egipto y en el regreso en ese país de las viejas prácticas de represión del régimen de Hosni Mubarak.
Sería prudente para el presidente egipcio, Abdel-Fattah el-Sissi tratar de limpiar por lo menos parte de la mancha que ensucia a su régimen, señala el editorial del periódico canadiense Toronto Star.
Esto sería posible liberando al periodista egipcio-canadiense Mohamed Fahmy y a sus dos colegas del servicio de noticias Al Jazeera. Ellos han pasado casi un año en la cárcel por hacer su trabajo de periodistas, después de haber sido sometidos a un juicio dudoso bajo la falsa acusación de tratar de desestabilizar el país.
Ahora el-Sissi está «considerando» un indulto presidencial para el trío de periodistas, que enfrentan siete años o más en la cárcel. Ellos se han convertido en una causa célebre internacional, en una espina en las relaciones entre Canadá y Egipto y en la prueba viviente de que el cobarde poder judicial en Egipto es todo menos independiente ante los gobernantes del país. La intención de los detenidos es presentar una apelación el 1 de enero. Su caso ha sido asumido por organizaciones como Periodistas Canadienses por la Libertad de Expresión y otras entidades.
El perdonarlos le ahorraría al presidente el-Sissi una vergüenza judicial adicional, en momentos en que no necesita esa humillación. En un golpe de Estado el año pasado, que costó la vida a unas 1.400 personas, el ex mariscal de campo el-Sissi derrocó al primer presidente egipcio elegido democráticamente, Mohammed Morsi. Era un gobierno imperfecto, pero era legítimo.
Más tarde el propio el-Sissi se nombró a la presidencia en una farsa electoral. Para muchos egipcios, esto parecía un regreso a los días del régimen despótico de Hosni Mubarak, respaldado por los militares.
Definitivamente, esa farsa electoral fue un golpe contra la revolución de la Primavera Árabe, que llevó a Mohamed Morsi al poder.
Desde entonces el-Sissi ha estado tratando de rehabilitar ante los ojos del mundo su imagen de militar golpista.
Mientras la justicia en Egipto siga siendo manejada según el capricho del presidente y de sus serviles tribunales, y sólo en beneficio de unos pocos afortunados, esa rehabilitación de la imagen del hombre fuerte en El Cairo será casi imposible.
Tras su expulsión del poder por las grandes movilizaciones, Hosni Mubarak fue llevado a juicio por haber autorizado a la policía a disparar contra los manifestantes durante la Primavera Árabe, causando la muerte de unas 850 personas. La sanción que se le impuso fue la prisión perpetua. Sin embargo, un tribunal de apelaciones anuló ese fallo.
Para colmo de males, la semana pasada, un panel de tres jueces desestimó el caso en base a un tecnicismo. De este modo Hosni Mubarak, su ex jefe de seguridad y seis comandantes de la policía fueron absueltos. En los hechos, el nuevo régimen respaldado por los militares ha exonerado al antiguo régimen. Colectivamente, ellos han matado con total impunidad a más de 2.200 manifestantes.
Al mismo tiempo, los serviles tribunales en Egipto han adoptado una postura más dura contra el corto gobierno populista del depuesto Mohamed Morsi.
Morsi y otros líderes de la Hermandad Musulmana han sido encarcelados junto con miles de sus partidarios. Ellos enfrentan un juicio y la pena de muerte por actos de violencia en los que una docena de policías perdieron la vida.
Solamente la semana pasada, el líder de la Hermandad Musulmana, Mohammed Badie y otras 187 personas fueron condenados a muerte. Anteriormente, en un juicio masivo, 529 acusados en un caso, y otros 683 en otro caso fueron sentenciados a penas de muerte.
Entre los detenidos se encuentra Khaled Al-Qazza, un ciudadano egipcio con el estatus de residencia permanente en Canadá. Él trabajó como ayudante de Morsi, se encuentra detenido sin cargo alguno desde hace más de un año y necesita con urgencia una operación quirúrgica.
Como justamente ha señalado Amnistía Internacional, esta situación no tiene nada que ver con la noción de justicia, es política. Se trata de la restauración del antiguo régimen, con la complicidad del sistema judicial egipcio, dice finalmente el editorial del periódico canadiense Toronto Star.
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