En este primer día de trabajo de 2015 y tras las celebraciones de fin de año en Canadá, el primer editorial del periódico de circulación nacional, The Globe and Mail, aborda el caso del periodista canadiense injustamente encarcelado en Egipto, Mohamed Fahmy.
Este lunes el editorial del Globe and Mail dice que durante mucho tiempo sostuvo que los fiscales egipcios deberían simplemente retirar los cargos de acusación contra Mohamed Fahmy, un periodista que tiene la doble ciudadanía egipcia y canadiense, al igual que los cargos contra sus dos colegas de la red de noticias en inglés Al Jazeera. Los tres periodistas fueron procesados de manera similar y se encuentran desde hace más de un año languideciendo en una horrible prisión en Egipto.
Mientras tanto, en una decisión necesaria pero insuficiente, la Corte egipcia de casación, que es un tribunal de apelación, ha puesto de lado los veredictos contra los tres hombres y ordenó un nuevo proceso en el lapso de un mes. Los tres periodistas deberían ser ahora por lo menos puestos en libertad bajo fianza.
Este caso ha socavado la credibilidad del gobierno egipcio. El proceso contra los tres periodistas parece ser más un acto de venganza contra los gobernantes de Qatar, que son dueños de la red Al Jazeera y son considerados políticamente aliados de la Hermandad Musulmana.
El actual gobierno egipcio es el resultado del derrocamiento en julio de 2013 de un gobierno incompetente, que se extralimitaba, pero que fue debidamente elegido en las urnas y con base en la Hermandad Musulmana.
El periodista Mohamed Fahmy y sus colegas, el australiano Peter Greste y el egipcio Baher Mohamed, se encontraban cubriendo las protestas contra el golpe militar cuando fueron arrestados.
El gobierno de Qatar es islamista, pero la red informativa en inglés Al Jazeera es una organización periodística respetable. Los tres periodistas habían meramente citado las declaraciones en favor de la Hermandad expresadas durante esas manifestaciones. De ninguna manera habían ellos abogado en favor de la Hermandad o de Qatar. Sin embargo, los tres fueron condenados por «terrorismo».
Así, los fiscales egipcios demostraron que o no entienden lo que es el periodismo, o que querían intimidar a los periodistas y a los gobernantes de Qatar.
Una solución sencilla en el caso de Mohamed Fahmy sería proceder a su deportación hacia Canadá, acordada entre las partes. Y lo mismo debería hacerse en favor del periodista australiano Peter Greste.
En julio pasado el presidente egipcio Abdel Fattah el-Sissi dijo que las acusaciones contra los periodistas habían tenido «consecuencias negativas» para su país, pero esas palabras no pasaron a los actos.
Pocos dudaron de que pudiera realmente hacerlo. Desde entonces fue aprobada una ley con el propósito explícito de darle al presidente egipcio el poder para deportar a los extranjeros en el curso de un proceso penal.
El presidente egipcio Abdel Fattah el-Sissi debería utilizar ese nuevo poder y poner fin lo más pronto posible a esta farsa cruel que es el encarcelamiento del periodista canadiense Mohamed Fahmy, sostiene finalmente el editorial del periódico canadiense The Globe and Mail.
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