Des partisans du parti Syriza

Partidarios de Syriza celebran el triunfo electoral
Photo Credit: Marko Djurica / Reuters

¿Es posible en Canadá un movimiento como Syriza?

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El novelista y columnista canadiense Crawford Kilian publicó este martes en la publicación informativa The Tyee, de la provincia de Columbia Británica, un artículo en el que plantea justamente esta interrogante. Según él, los cautelosos partidos canadienses de centro-izquierda podrían aprender un par de cosas de la audaz coalición griega.

La elección este pasado domingo de un nuevo gobierno griego ha sido retratada en los medios como un mal presagio. Después de todo, «Syriza» es un acrónimo de «Coalición de la Izquierda Radical», que para la mayoría de nuestros medios de comunicación bien podría ser traducido como «Liga de malvados maníacos.»

Pocos son los comentaristas que han discutido la posibilidad de que las políticas de Syriza podrían ser efectivamente positivas para Grecia.

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Desde el siglo XIX, los medios de comunicación estadounidenses han sido en general hostiles a la «izquierda», a los “radicales”, cuando estos términos eran asociados a los inmigrantes peligrosos y a esos locos que querían abolir la esclavitud y dar el derecho al voto a los negros.

En los últimos 40 años de elaboración del debate político, esos términos: izquierda y radical, han sido borrados. Sean cuales sean las soluciones a las que podamos llegar, estas tendrán necesariamente que venir de un estrecho espectro conocido como la «centro-derecha».

Desde la Segunda Guerra Mundial, esta definición del discurso político ha mantenido a la izquierda en la misma casilla que los locos y los terroristas. De este modo, aquellos gobiernos elegidos democráticamente, a los que se les consideraba como «comunistas» o de «izquierda», pudieron ser derrocados sin mayores problemas.

Fue una alianza de agentes británicos y estadounidenses los que planificaron el derrocamiento del primer ministro iraní Mohammed Mossadegh, elegido en 1952, colocando en su lugar al Shah y su policía secreta, la Savak. El presidente electo de Guatemala, Jacobo Arbenz, fue derrocado con la ayuda de la CIA en 1954, iniciando así un largo período de represión y genocidio contra la población indígena guatemalteca.

Cuando los coroneles griegos derrocaron en 1967 a un gobierno democrático, en el lugar mismo del nacimiento de la democracia, los estadounidenses no participaron directamente, pero estaban informados de lo que ocurría y apoyaron a la junta, que se derrumbó tras siete años en el poder.

Y por supuesto, Estados Unidos estuvo detrás del golpe militar que derrocó al presidente electo de Chile Salvador Allende en 1973. Henry Kissinger, el secretario de Estado, había apoyado enérgicamente ese golpe, señalando que no se podía permitir la “irresponsabilidad” de los chilenos al elegir a tal líder. Al igual que Irán, Guatemala y Grecia, Chile tuvo que vivir años de terrorismo de Estado.

Un viejo proverbio chino aconseja: «Matar a la gallina para asustar al mono», es decir que hay que matar al enemigo más débil para asustar al enemigo más fuerte. Esos golpes de Estado fueron concebidos para disuadir a cualquier persona que pudiera pensar que su país podría estar mejor aplicando políticas de izquierda.

Con Chile finalmente el mensaje se hace claro: no se permitirá a ningún izquierdista llegar democráticamente al poder en ninguna región en la que Estados Unidos crea tener intereses estratégicos.

Casi 45 años después del derrocamiento de Allende, esa doctrina no escrita fue desafiada en Grecia el pasado domingo cuando Syriza ganó las elecciones. Con 149 escaños, sólo dos menos que la mayoría absoluta, Syriza se ha convertido en gobierno con la ayuda de un partido de extrema derecha populista, Anel, que se destaca por su antisemitismo y su xenofobia hacia los alemanes.

Alexis Tsipras, líder de Syriza y el nuevo primer ministro de Grecia, tiene sólo 40 años. Empezó como un joven comunista, pero se quedó en la coalición de izquierda Synaspismos después que el Partido Comunista griego dejó la coalición.

Su experiencia en el consejo de la ciudad de Atenas no le ha preparado para hacer frente a los neoliberales de la Unión Europea como Angela Merkel. Las potencias económicas de Europa se han encerrado en la austeridad como única respuesta posible a la crisis de 2007-08.

La victoria de Tsipras alienta a otros. El partido Podemos en España ha crecido en menos de seis meses hasta convertirse en el segundo partido más grande del país, con 300.000 miembros. Al igual que Grecia, España ha recibido una paliza de sus socios de la Unión Europea y la moral no ha mejorado.

La situación no es mejor entre los jóvenes del sur de Europa, quienes han pagado el precio de la crisis y la austeridad decretada por la Unión Europea, viendo sus profesiones perdidas, las familias que luchan por la supervivencia, su educación desperdiciada.

Para los griegos, italianos y españoles nacidos después de Tsipras, la depresión económica es la condición básica de la vida. Irlanda está exportando de nuevo a sus jóvenes. Incluso las socialdemocracias como Suecia y Finlandia están luchando para llegar a fin de mes, y grupos neofascistas están levantando el fantasma de la inmigración como causa del desempleo para reclutar nuevos miembros.

En este contexto Syriza es un serio desafío para neoliberales y neofascistas y para todo el orden económico de la Unión Europea. Los estadounidenses probablemente están alarmados pero sus artimañas para un cambio de régimen no han funcionado bien en los últimos años.

Mientras Syriza y la Unión Europea forcejean en torno a la economía, ¿le seguirá los pasos España, luego Italia? Si lo hacen, ¿podrán Merkel y sus austeros alemanes sobrevivir a tal situación?

Mientras tanto, los gobiernos de izquierda en otros lugares deben estar siguiendo la situación con mucha atención. Ecuador y Bolivia son, en términos occidentales, países de «extrema izquierda», pero en realidad no cuentan. Venezuela también está a la izquierda, pero la evidencia muestra que el petróleo puede arruinar cualquier petro-Estado, ya sea de izquierda o de derecha.

Los cubanos comunistas ya mayores deben estar preocupados por las críticas de parte de los jóvenes cubanos de izquierda, como lo fueron ellos hace 50 años. En Chile, jóvenes comunistas como Camila Vallejo han sido elegidos como miembros de un gobierno de coalición, ocupados en mejorar el sistema educativo de ese país desde adentro.

¿Podríamos ver un Syriza o un Podemos en Canadá? Está claro que la deprimente participación de los votantes refleja una alienación política mucho más profunda, especialmente entre los jóvenes canadienses. Pero pese a que su experiencia desde la crisis de 2008 ha sido dura, no fue tan brutal como la que vivieron los jóvenes griegos y españoles. Incluso el movimiento Occupy fue más una moda que un desafío político coherente contra el status quo.

Los jóvenes izquierdistas como Tsipras y Vallejo son lo suficientemente inteligentes como para saber que no se asalta victoriosamente el Palacio de Invierno al calor del momento. Hay que recorrer pacientemente el camino que va desde manifestaciones callejeras a las campañas electorales y las comisiones legislativas. Usted no pierde los estribos, no se da por vencido, y lo que se hace es ganar las elecciones.

En el proceso, también hay que inscribir la noción de «izquierda radical» de nuevo dentro el discurso político, y abrir una nueva gama de soluciones a los problemas políticos. Esto quizá ya ha comenzado con Tsipras. En una columna reciente en el New York Times, el economista Paul Krugman condenó y criticó a los austeros neoliberales, señalando que: «En todo caso, el problema con los planes de Syriza puede ser que no son lo suficientemente radicales.»

Radical o no, Syriza y Podemos presentan un desafío poderoso al estrecho espectro político de centro-derecha como el pensamiento aceptable. Eso podría alentar a algunos de nuestros prudentes Liberales y Neodemócratas a ensayar algunas ideas que son radicales sólo por comparación con la monótona ortodoxia de Stephen Harper. Si lo hacen, ellos podrían encontrar que muchos canadienses están muy por delante de ellos, incluyendo a los dos de cada cinco canadienses que ni siquiera se molestaron en votar en las últimas elecciones federales, dice finalmente el novelista y columnista canadiense Crawford Kilian en su artículo de opinión publicado en el sitio informativo The Tyee, en la provincia de Columbia Británica.

Categorías: Economía, Internacional, Política, Sociedad
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