El presidente Barack Obama y el Primer ministro canadiense Stephen Harper.
Photo Credit: SRX

Harper y Obama: dos líderes, dos mentalidades

Si Stephen Harper fuera un legislador estadounidense, hubiera estado sentado en la cámara de Representantes con los republicanos…y éstos lo hubieran  elegido para responder críticamente al discurso de Obama sobre el Estado de la Unión

En un editorial del diario Globe and Mail de Toronto, su autor, Jeffrey Simpson, traza un retrato de los dos gobernantes norteamericanos, cuyas diferencias se hacen más notables al final del gobierno de ambos.

Comienza con algunas citas del presidente estadounidense Barack Obama en su reciente discurso del Estado de la Unión:

«Aún necesitamos leyes que fortalecen en lugar de debilitar a los sindicatos.»

«Todavía necesitamos… un salario mínimo más alto.»

«Un colegio comunitario gratuito es posible.»

«Levantemos los ojos más arriba de un oleoducto.»

«Reduzcamos las brechas que conducen a la desigualdad y que el 1 por ciento pague impuestos sobre su riqueza acumulada.»

«Ningún desafío – ningún desafío – plantea una amenaza mayor para las generaciones futuras que el cambio climático.»

¿Podría algún canadiense imaginar el primer ministro Stephen Harper diciendo tales cosas? Si el señor Harper fuera un legislador estadounidense, hubiera estado sentado en la cámara de Representantes con los republicanos. Los republicanos podrían elegir al senador o congresista Harper para responder críticamente al discurso del Presidente.

Dos hombres con dos ideas muy diferentes de gobierno están a cargo de Estados Unidos y Canadá, una diferencia es que la mayoría de las ideas progresistas de Obama murieron a su llegada al Congreso  y permanecerán muertas, mientras que el Sr. Harper, como primer ministro de un gobierno mayoritario en un sistema parlamentario, puede poner en práctica sus ideas.

La dicotomía entre Obama y Harper no es nueva, no es la primera vez que los presidentes de Estados Unidos y primeros ministros canadienses han tenido visiones divergentes en sus filosofías. Richard Nixon y Pierre Trudeau no tenían nada en común en sus políticas. Tampoco Jean Chrétien y George W. Bush.

Diferentes prioridades nacionales, e incluso diferentes puntos de vista sobre el papel del gobierno, no conducen necesariamente a conflictos en política exterior o en las relaciones bilaterales.

Tampoco las buenas relaciones personales allanan necesariamente todas las dificultades, pero a fin de cuentas, ellas ayudan. Por desgracia, según fuentes de Estados Unidos y de Canadá, no hay mucha buena voluntad entre Obama y Harper.

Como lo muestra el discurso del Estado de la Unión, Obama es un liberal de Estados Unidos y Harper es un conservador de Canadá. Que los dos hombres hagan hincapié en distintas prioridades a nivel nacional no importa mucho, pero ellas pueden dar lugar a conflictos.

Obama, por ejemplo, cree en la gravedad del cambio climático, mientras que Harper es todo lo contrario, una diferencia que ha dado lugar a una controversia sobre el proyecto de oleoducto Keystone XL.

El gobierno de Harper ha permitido que un oleoducto defina excesivamente el estado de las relaciones bilaterales. Una mentalidad quejosa se ha instalado en el gobierno de Harper por Keystone XL, proyecto al que Obama se opone, aunque la decisión final aun no fue rendida.

Esa mentalidad se profundiza y extiende con el sentimiento de que los estadounidenses no han dado nada a cambio de la participación de Canadá en Afganistán e Irak, ni a la ayuda que proporcionó Canadá al desarrollo de las conversaciones entre Estados Unidos y Cuba para restablecer las relaciones. Las cosas han mejorado un poco, pero se pusieron tan mal hace un tiempo que el embajador de Estados Unidos en Canadá tenía que obtener la aprobación de la Oficina del Primer Ministro para reunirse con los ministros del gabinete.

Con una óptica política que define casi todo en Ottawa, el gobierno de Harper temía una reunión a finales de febrero en Canadá con Obama y el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto. La planificación del encuentro iba viento en popa hasta que el gobierno de Harper anunció abruptamente la postergación de dicha reunión a una fecha posterior no especificada.

null
El presidente estadounidense, Barack Obama, el presidente Enrique Peña Nieto de México, centro, y el primer ministro Stephen Harper se reunieron en Toluca, México, en febrero pasado. Su próxima cumbre que se celebra en Canadá, fue pospuesta para más adelante en el año 2015. © (Eduardo Verdugo / AP)

Lo que Ottawa temía era una ventilación pública, en suelo canadiense, de las disputas sobre Keystone XL y los requisitos de visado canadienses a los mexicanos, analiza, Jeffrey Simpson, en The Globe and Mail. Esto no habría lucido bien, porque habría puesto de relieve cómo el gobierno de Harper ha actuado torpemente en ambos casos.

Dado que ni Harper ni Obama tienen una agenda importante para América del Norte, y dado que los presidentes de México y Estados Unidos se reunieron recientemente en Washington, ¿por qué tener una reunión? Normalmente, el líder del país más pequeño (Canadá) ansiaría algún tiempo cara a cara con el líder de la superpotencia (Estados Unidos), pero no ahora, y no con este primer ministro.

Obama es ahora lo que los americanos llaman un presidente «pato cojo» en el último cuarto de sus ocho años en el cargo. Como todos los presidentes a esa altura del mandato, tiene un ojo puesto en el presente y otro en los libros de historia. Su agenda progresista indicada  en el discurso del Estado de la Unión refleja esta situación bifocal.

Obama debe estar diciéndose a sí mismo «déjenme ser juzgado por lo que quería lograr, y no por lo que hice.» El editorialista canadiense indica que es difícil saber por el momento si la historia estará de acuerdo con ese postulado.

Categorías: Internacional, Política
Etiquetas: , ,

¿Encontró un error? ¡Pulse aquí!

Por razones que escapan a nuestro control, y por un período de tiempo indefinido, el espacio de comentarios está cerrado. Sin embargo, nuestras redes sociales siguen abiertas a sus contribuciones.