La muerte de un soldado canadiense, el sargento Andrew Doiron, abatido por error por las fuerzas kurdas el pasado 6 de abril en el frente de combate contra el grupo armado Estado Islámico, ha puesto sobre la mesa el tema del rol de las tropas canadienses en Irak.
A este tema dedica su editorial el periódico canadiense Le Devoir, escrito por Guy Taillefer.
El editorialista de Le Devoir señala que el gobierno del primer ministro canadiense Stephen Harper puede seguir jugando con las palabras, como lo viene haciendo desde hace seis meses, pero le será cada vez será más difícil mantener al público en la ignorancia sobre las implicaciones de la participación de los soldados canadienses en la guerra, puesto que lo que Canadá está haciendo es una guerra en Irak contra el grupo armado Estado Islámico.
El mandato de la misión militar canadiense en Irak es de “entrenar y apoyar” a los soldados iraquíes y kurdos. Los canadienses tienen prohibido participar en operaciones de combates por tierra.
Se ha visto rápidamente el mes pasado lo sutil de la frontera entre misión de asistencia y misión de combate cuando las fuerzas especiales canadienses se vieron implicadas en una serie de tiroteos con las fuerzas del Estado Islámico mientras se dirigían al frente junto a soldados iraquíes en el marco de unos “ejercicios de formación”.
En esa ocasión se supo que fuerzas canadienses con equipos especiales se mantenían cerca del frente de combate para ayudar a la aviación a identificar objetivos enemigos.
Otras informaciones dadas a conocer en diciembre daban cuenta de que francotiradores de elite del ejército canadiense habían participado directamente en operaciones de combate contra el grupo Estado Islámico junto a tiradores kurdos e iraquíes.
La muerte del sargento Andrew Doiron, el primer soldado canadiense caído bajo el fuego amigo de soldados kurdos en Irak, ocurrida el pasado viernes, ha exacerbado el estado de confusión sobre la misión canadiense en Irak y Siria, una situación fomentada por el gobierno del primer ministro Stephen Harper.
Los responsables kurdos y canadienses se echan la culpa recíprocamente por este trágico incidente. Sin embargo, ha quedado claramente establecido que el sargento Doiron hacía parte de un grupo de soldados que se dirigía a un puesto de observación que se hallaba a unos 200 metros del frente de combate.
Los conservadores canadienses no tienen la costumbre de amilanarse a la hora de defender a voz en cuello sus políticas de derecha. Pero eluden hacerlo cuando se trata de su decisión de intervenir militarmente en Medio Oriente.
Es deseable que los conservadores se abstengan de insultar la inteligencia de los electores canadienses al admitir por lo menos que los soldados canadienses, lo quieran o no, están expuestos a los combates y las maniobras. Sobre todo si se considera que la misión en Irak puede alargarse. Pero quizá esto es mucho pedirles.
La actual misión canadiense en Irak llegará a su fin el próximo 7 de abril. Será necesario que el gobierno canadiense presente dentro de poco una moción para prologar esa presencia militar en Irak, lo cual dejará muy poco tiempo para llevar a cabo un debate adecuado. Es que los conservadores quieren que las cosas sucedan de esta manera.
Con semejantes acciones, el debate democrático en Canadá se encuentra muy mal servido, dice finalmente Guy Taillefer, editorialista del periódico canadiense Le Devoir.
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