Des soldats canadiens s'embarquent en mission à l'étranger à l'hiver 2015.

Soldados canadiense rumbo a una misión en el extranjero, invierno de 2015.
Photo Credit: Frédéric Pepin, ICI Radio-Canada

Misión militar canadiense en Siria: una decisión equivocada

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Este lunes en el Parlamento canadiense la mayoría conservadora adoptará una moción que prolongará la misión militar canadiense en Iraq y la extenderá hacia Siria, sin cambiar una jota a su plan. Esto pese a las objeciones de parte de la oposición oficial neodemócrata y de los liberales. Todo un ejemplo del diálogo de sordos que reina en el Parlamento canadiense. Prisionero de sus cálculos electoralistas, el primer ministro canadiense Stephen Harper demuestra una vez más su ceguera, dice este lunes el editorial del periódico canadiense Le Devoir, escrito por Guy Taillefer.

El gobierno del primer ministro canadiense Stephen Harper hizo toda clase de acrobacias para que la población canadiense acabe aceptando la prolongación de la misión militar hacia Siria.

La estrategia de Harper consiste en pretender que la seguridad de los canadienses pasa directamente por el imperativo de una intervención militar. Sin embargo, a juzgar por la retórica del grupo armado fundamentalista Estado Islámico, lo cierto es precisamente lo contrario. Lo mejor que Ottawa puede hacer es mantener un perfil bajo, escribe el editorialista de Le Devoir.

Mediante su ministro de Relaciones Exteriores, Rob Nicholson, el gobierno canadiense ha camuflado sus inclinaciones militaristas bajo la idea de que es necesario intervenir en Siria por razones de «claridad moral».

Para hacer la sopa más espesa, el ministro canadiense de Defensa, Jason Kenney, no sólo negó que los conservadores descuiden sus responsabilidades ante los civiles afectados por el conflicto, sino que lanzó el infundio de que los ataques aéreos son básicamente un instrumento de ayuda humanitaria, llevados a cabo en nombre del principio de «responsabilidad de proteger».

El gobierno canadiense desarrolló una variedad de argucias para justificar su ingreso a Siria bajo las normas del derecho internacional, refiriéndose al derecho a la autodefensa según la ONU.

En última instancia, a Harper sólo le importa que tanto neodemócratas como liberales defiendan casi el mismo punto de vista en torno a la misión y que en las próximas elecciones ellos se dividan el voto de los electores opuestos a la intervención militar canadiense.

Vale la pena recordar, a la luz de estas consideraciones, que Canadá es el único país occidental que aceptó hasta el momento intervenir en Siria junto a Estados Unidos.

Por otro lado, Ottawa sigue más de cerca los pasos de Washington justo cuando el ejército de Estados Unidos mete sus narices en otro conflicto, el que desgarra a Yemen. Teniendo en cuenta el nuevo frente que abren los conflictos cruzados en la región, Harper haría muy bien en pensar un poco menos las próximas elecciones y un poco más en las peligrosas dinámicas que desgarran el Medio Oriente.

En Yemen, Estados Unidos ha decidido dar apoyo logístico a la campaña aérea lanzada por Arabia Saudita contra las milicias chiitas Houthi, apoyadas por Irán. Estas milicias controlan el norte de Yemen, se encuentran avanzando hacia Adén al sur, y han obligado al presidente Mansour Hadi, reconocido por la comunidad internacional, a huir.

Al mismo tiempo, Estados Unidos e Irán están trabajando estrechamente en Siria e Irak contra el grupo armado Ejército Islámico mientras llevan a cabo unas negociaciones internacionales cruciales sobre el tema nuclear, para gran consternación de Israel y Arabia Saudita.

Doce años después de la invasión anglo-estadounidense de Irak y cuatro años después de la Primavera Árabe, el Oriente Medio sufre en grandes regiones un vacío de poder, un vacío en el que se entrelazan campos de batalla y alianzas circunstanciales, sin perspectivas de un verdadero avance democrático.

Se trata de una situación demasiado explosiva, demasiado compleja como para que Estados Unidos, abrumado por los eventos, pueda resolver con coherencia el rompecabezas de las luchas de poder en el terreno, decía un análisis del New York Times.

Nada es igual. Al copiar los pasos de Estados Unidos contra el grupo armado Ejército Islámico, el gobierno del primer ministro Harper parece no darse cuenta de la complejidad de la situación, dice finalmente el editorial del periódico canadiense Le Devoir.

Categorías: Internacional, Política
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