Hoy por hoy, el límite de las impresoras 3D es muy pequeño. Con estos nuevos aparatos, se puede imprimir cualquier objeto a gusto y placer, desde casas y armas hasta huesos. Si bien desde hace ya un tiempo que científicos en todo el mundo imprimen sustitutos óseos, ninguno de ellos había pensado en la posibilidad de la impresión de los vasos sanguíneos que estos contienen. Hace algunos días, se dio a conocer la noticia que un grupo de investigadores de la Clínica Universitaria de Friburgo, en Alemania, trabajan en la construcción de una impresora 3D que podría imprimir huesos con vasos sanguíneos y todo, lo que resultaría en un paso extraordinario hacia la medicina personalizada favoreciendo el ensamble natural con los tejidos propios del lugar del implante.
La impresión en tres dimensiones dejó de ser parte de la ciencia ficción hace ya algunos años. Y uno de los objetivos dentro de los posibles usos de estas impresiones era justamente el uso médico. En el año 2012, médicos holandeses aseguraban ser los primeros en haber realizado un trasplante con un hueso impreso en tres dimensiones. En el 2013, Un grupo de médicos británicos usó una impresora 3D para cambiarle la vida a un paciente a quien le fue puesta una prótesis facial para cubrir una gran cicatriz en su cara causada por un tumor maligno. En el 2015, un grupo de científicos canadienses se valió de una impresora 3D para ayudar a una niña ugandesa imprimiendo una prótesis que fue usada como soporte para una pierna artificial.

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Günter Finkenzeller, director de un departamento de investigación de la Universidad de Friburgo, explica en una entrevista con la Deutsche Welle que “esta técnica supondría una mejora decisiva ya que se lograría ganar tiempo. En este caso, solo sería necesario unir los vasos sanguíneos del propio paciente con los de la impresión en el espacio existente entre el implante y los demás tejidos. De esta manera, el implante quedaría irrigado con sangre en un proceso relativamente rápido.” Según Finkenzeller, con los métodos tradicionales, hay que dejar que los vasos sanguíneos emerjan del implante a partir del tejido adyacente, proceso que puede durar hasta dos semanas, lo que resulta demasiado tiempo para muchos tejidos artificiales.
Según el equipo de investigación de la universidad de Friburgo, el primer paso en esta carrera para la impresión de huesos en tres dimensiones es justamente desarrollar una impresora apropiada para este tipo de trabajo. El problema más complejo es justamente que la mayor parte de este tipo de impresoras solo admiten materiales sintéticos que hasta el momento no están siendo bien tolerados por el cuerpo humano. El proyecto incluye la creación de una impresora que permita trabajar con ciertos fluidos (llamados hidrogeles) provistos de células humanas. En la teoría, para que el proceso completo funcione y no haya ningún tipo de rechazo de parte del paciente implantado, estos hidrogeles deben portar, si es posible, células del propio paciente. Finkenzeller dice que en el futuro podrían usarse células madre, que podrían cultivarse en el tejido graso para luego ser trasformadas en células óseas que incorporarían los hidrogeles para imprimir.
Los investigadores del proyecto no creen que este proyecto pueda ser concretado en tres años, que es el tiempo que dura la financiación original de su trabajo. Lograr el objetivo final y trasladar toda la técnica para su aplicación en consultas y hospitales es una meta a largo plazo, que según Finkenzeller estima entre 7 y 10 años. Pero llegado el momento, la impresión 3D podría reproducir de manera exacta la forma del hueso a trasplantar y al ser utilizadas las células madre del propio paciente, se podría imprimir el implante perfecto, con una taza de rechazo mínima.
John Hunt, director del Centro de ingeniería de tejidos de Liverpool se dice convencido que un día, este tipo de impresoras podrán reproducir cualquier órgano completo, aunque admite que una impresión de un órgano no sería cien por cien lo mismo que uno auténtico recibido desde una donación. Hunt agrega que en realidad eso no sería un problema pues bastaría con imprimir un hígado por ejemplo, que funcione a nivel metabólico aunque no tenga la apariencia de uno real. La ventaja incalculable es justamente que los pacientes no tendrían que estar en lista de espera hasta que finalmente aparezca un donante. Para Hunt, poner énfasis en las características funcionales del órgano y no en su apariencia puede suponer una ventaja.
En definitiva, pasará un tiempo hasta que realmente se pueda imprimir un hueso con vasos sanguíneos o un órgano para un trasnplante. Por el momento, la teoría está al orden del día y el desarrollo tecnológico crece de manera sistemática y apunta a lograr estas maravillas para en un futuro no muy lejano, salvar vidas.
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Fuente: La Nacion, la Deutsche Welle, agencias
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