Hilda Legideño Vargas
Photo Credit: Roberto Garcia Roman

Hilda Legideño Vargas, madre de Ayotzinapa

De la cocina a la calle

Era un día como cualquiera para Hilda. Está en su casa trabajando las artesanías que luego las vende para mantener a sus hijos. El del medio, Jorge Antonio, de 20 años está interno en la escuela rural donde estudia para ser maestro. A Hilda le gusta prepararle platos ricos, tiene que alimentarse bien. Pero ese día cualquiera, el 26 de septiembre de 2014, se transformó en la peor pesadilla de una madre. El tiempo se detuvo para Hilda y Jorge Antonio.

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Cuando empezaron a desaparecer
como el oasis en los espejismos
a desaparecer sin últimas palabras
tenían en sus manos los trocitos
de cosas que querían

26 de septiembre de 2014.  Estudiantes de la Escuela normal rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, fueron a realizar una actividad en Iguala, Estado de Guerrero, cuando fueron agredidos a bala por las fuerzas del orden.

Jorge Antonio Tizapa Legideño desapareció junto con 42 estudiantes.  A partir de ese momento Hilda comenzó una larga peregrinación para encontrarlo.

Nadie suplanta al hijo que se fue, pero cuando esa pérdida no fue por un accidente ni  por una enfermedad sino por haber sido secuestrado y después desaparecido su cuerpo, el dolor adquiere otra dimensión. Y la fuerza por recuperarlo, también.

La vida de Hilda giraba alrededor de las de sus tres hijos y de su nieta Naomi, hija de Jorge Antonio.  Una existencia apacible, dice ella. Estaba orgullosa de tener un día a un maestro en la familia.

La desaparición de Jorge Antonio hizo estallar en mil pedazos su nido familiar.

La historia de Hilda tiene muchos puntos en común con otras madres que buscan a sus hijos desaparecidos en América latina. La gran mayoría de ellas eran amas de casa que criaban a sus hijos en un ambiente familiar sin grandes turbulencias. Esas madres, por la violencia que sufrieron sus hijos, dieron un paso sin regreso: hoy son políticas, militantes, mujeres que aunque hayan encontrado a sus hijos, siguen ahora buscando a los que faltan. Piden justicia.

«Primero voy a encontrar a mi hijo, después iré por la justicia».

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Hilda Legideño Vargas, junto a Jorge Luis Clemente Balbuena, estudiante de la Escuela normal rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, en la ciudad de Montreal © Fernando Calderon

Tuvo que acostumbrarse a una vida pública, a ausentarse de sus otros hijos y nieta, a nuevas relaciones, a perder su intimidad, a viajar mucho, a tener otro lenguaje, para hablar en los medios de comunicación.

También, para enfrentar al poder.

«Del gobierno mexicano no queremos ningún apoyo económico. Ha tenido el descaro de ofrecernos dinero, ha querido dividir a los padres. Nos ha ofrecido dinero, casas, carros. Pero nuestros hijos no tienen ese valor».

Hilda vino a Canadá buscando solidaridad y el envío de una comisión para investigar al gobierno mexicano.

«Los mexicanos se han dado cuenta de que ya no podemos permitir estos atropellos que hace el gobierno contra nosotros.  Antes habían desaparecidos y nadie decía nada. El gobierno estaba acostumbrado a hacer esto. Pero ahora levantamos la voz,  decimos basta, no queremos más desaparecidos ni muertos».

Están en algún sitio / nube o tumba
están en algún sitio / estoy seguro
allá en el sur del alma
es posible que hayan extraviado la brújula
y hoy vaguen preguntando preguntando
dónde carajo queda el buen amor
porque vienen del odio

Mario Benedetti Desaparecidos.

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La Caravana de Ayotzinapa a Ottawa, en Montreal © Roberto Garcia Roman

Aunque la investigación de la fiscalía concluyó que fueron asesinados e incinerados por el cártel Guerreros Unidos en colusión con las autoridades de Iguala, los padres de los jóvenes y organizaciones rechazan esta conclusión.

Es en este contexto que Hilda Legideño Vargas, junto a Jorge Luis Clemente Balbuena, un estudiante de la Escuela normal rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa e Isidoro Vicario Aguilar, Coordinador del Área Jurídica del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan,  llegó a Canadá a participar de la Caravana de Ayotzinapa a Ottawa.

La caravana está coordinada en Quebec por el Comité por los Derechos Humanos en América Latina, CDHAL y la Coalición Quebequense sobre los Impactos Socio-Ambientales de las Transnacionales en América Latina, QUISETAL.
En Columbia Británica por las organizaciones Make México Safe, CIPO Vancouver, CODEV y la Federación de Profesores de Columbia Británica.

En Ontario por Fuerza-Pwerza, la Red de Solidaridad de América Latina y el Caribe, Amnistía Internacional y Fronteras Comunes.

A finales de enero, Amnistía Internacional aseguró que la presumible masacre de los estudiantes ponía de relieve la impunidad en torno a los más de 100 mil asesinatos y 23 mil desapariciones registrados en el país desde el inicio de «la guerra contra las drogas» en 2006.

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Categorías: Sociedad
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