Las estadísticas difundidas pocos días atrás sobre el sector del trabajo canadiense no llegan a ser todo lo positivas que se esperaba.
El mercado laboral aquí, como en todas partes del mundo, atraviesa por altibajos, y lo que se gana en un segmento, se pierde en otro.
Desde la década de 1980 el trabajo viene experimentando un cambio dramático en este país.
En nuestros días, lo que se considera un empleo estable y bien remunerado no es una realidad que alcance a todos y, en muchos casos, el trabajo se ha precarizado.

Pero, ¿de qué hablamos cuando nos referimos al trabajo precario?
En una proporción creciente, los trabajadores deben contentarse con relaciones laborales contractuales, con fecha de inicio y de vencimiento.
No obstante, lo que en otras latitudes se conoció como “flexibilización laboral”, no es más que la precarización de la relación, cuya duración es sólo una de las variables.
El elemento central del debate lo constituye la protección social, de la que puede gozar un trabajador contractual, pero no uno en situación de precariedad.

Al mismo tiempo, trabajo precario no significa necesariamente bajos ingresos.
La falta de trabajo estable, o su carencia, no impide la integración social, sino que produce una incorporación negativa.
Luin Goldring, investigadora del departamento de sociología de la Universidad de York, aborda estas cuestiones en entrevista con Luis Laborda.

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