Por primera vez en la historia, Pekín ha declarado la alerta roja por la contaminación, la más alta posible. La capa de polución ha vuelto a teñir de gris la capital china y sus autoridades se han visto obligadas a ceder ante la indignación popular y las protestas por la falta de medidas drásticas.
Mientras que en París la conferencia internacional sobre el clima está en plena marcha, en Pekín, sus aproximadamente 20 millones de habitantes se enfrentan a una intensa contaminación del aire, que supera más de diez veces el límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud de la Salud (OMS).

Los niveles de contaminación han ido subiendo gradualmente y, según los medidores, la concentración de partículas PM2,5 —de un diámetro inferior a las 2,5 micras, consideradas las más peligrosas por su capacidad para infiltrarse en los pulmones— llegaba a 274 microgramos por metro cúbico de aire, 10 veces más del máximo que la OMS considera tolerable.
Las autoridades han declarado el cese de todas las obras de construcción al aire libre, impusieron circulación alternada de coches – en función de si la matrícula es par o impar – y aconsejan cerrar las escuelas.
Los camiones de transporte de escombros, los camiones de cemento, los vehículos cargados de grava y otros pesos pesados también tienen prohibido la circulación. Beijing prohibió los fuegos artificiales y la carne a la parrilla en los stands al aire libre, muy apreciados por los pekineses.
El Ministro de Protección del Medio Ambiente, Chen Jining, prometió el domingo castigar a las organizaciones y líderes que no apliquen de inmediato las medidas de control acordadas, escribe el periódico Global Times el lunes.
Contaminador más grande del mundo, China anunció la semana pasada su intención de reducir en un 60% las descargas de los ‘principales contaminantes «de sus plantas de carbón para el año 2020.
RCI con informaciòn de CBC y Radio Canadà
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